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RESUMEN
El agotamiento de los combustibles fósiles sigue siendo representado por la duración de las reservas recuperables. Se dice por ejemplo que todavía tendremos petróleo para 40 años y carbón incluso para 122 años. Sin embargo, en este artículo se argumenta que nuestro sistema económico está basado en un flujo creciente de estos recursos de una determinada «calidad». La dinámica de agotamiento de los yacimientos existentes y el menor contenido energético del petróleo restante hacen que para mantener estos flujos energéticos, en el caso de petróleo, será necesario descubrir nuevos yacimientos equivalentes a los de Arabia Saudí cada dos años, lo cual es muy altamente improbable. Por el contrario, es muy probable que el techo máximo de extracciones de petróleo (cenit del petróleo) ya se haya alcanzado en 2008 y que fuese una de las causas de la crisis financiera. Por tanto, dar una fecha de agotamiento, como hace por ejemplo el portal de energía de la UE, es totalmente inadecuado pues el cenit del petróleo supone un reto mucho más inmediato.
Habitualmente se presenta al carbón como un posible sustituto del petróleo. En este artículo mostramos que el carbón no tiene ni las características de calidad ni las de cantidad para cumplir tal papel. Estos argumentos se pueden ampliar para todos los combustibles fósiles.
INTRODUCCIÓN
Las economías industrializadas modernas son enormemente dependientes de toda una gama de recursos no renovables. La escasez y el agotamiento de algunos de ellos ha sido un tema primordial de preocupación para los pensadores y economistas desde hace vario siglos, como fue el caso de las tierras fértiles para Malthus (1798) o del carbón para Jevons (1865). Estas consideraciones fueron ignoradas por la siguiente generación de economistas, cuando el potencial del petróleo se hizo evidente, facilitando el surgimiento de la agricultura moderna. No sería hasta la década de 1970 cuando, después de dos colapsos consecutivos del petróleo y de la publicación de La ley de entropía y el proceso económico (Georgescu-Roegen, 1971) y de Los límites del crecimiento (Meadows, Meadows et al., 1972) volvería a retomarse el debate.
Actualmente, el agotamiento de ciertos recursos clave en el plazo de una generación ya no es un tema de los profetas del Juicio Final. Por ejemplo, British Petrolleum (BP), en su influyente informe estadístico sobre la energía, estima que las reservas de petróleo comprobadas, de continuarse con el consumo actual, se agotarán dentro de 42 años y las reservas de gas en 60,4 años (BP, 2009). Sin embargo, pese a los temores de Jevons (1866 [1865]) sobre un inminente agotamiento del carbón, el mismo informe nos asegura que al actual ritmo de consumo disponemos aún de 122 años (BP, 2009). En el Portal sobre la Energía de la UE, se nos brinda la fecha y la hora en que se acabará el petróleo (22 de octubre de 2047, a las 20:58), el gas (12 de septiembre de 2068, a las 09:25) y el carbón (28 de noviembre de 2144, a las 23:12) si continuamos con nuestro consumo actual (UE, 2010). Este indicador, resultado del cociente entre los recursos recuperables y la producción anual, puede ser ilustrativo y sencillo de comunicar, pero al mismo tiempo carece de sentido y es engañoso ante los problemas a los que nos enfrentamos.
El momento crítico para la sociedad humana no es cuando se agoten la última gota de petróleo económicamente extraíble o el último gramo de carbón recuperable.(1) El punto crítico es el del máximo o cenit de extracción, pues es entonces cuando estaremos ante un «cambio de régimen» en nuestro sistema energético (comparar Odum, 1971) y, en última instancia, en nuestra sociedad. La piedra angular de este sistema energético son ciertos recursos, que son accesibles en una determinada calidad y cantidad. En lo relativo a la calidad, podemos decir que los mejores depósitos siempre son explotados primero, y de ahí que la calidad de la segunda parte de nuestra dotación sea menos favorable: menor concentración y/o pureza (por ejemplo, petróleos más pesados o mayor proporción de contaminantes como el azufre) y geológica y/o políticamente menos accesibles. Por eso podemos distinguir entre la calidad del recurso en el suelo y la calidad del sitio del depósito. Estos factores reducen el contenido neto de energía (energía contenida en el recurso menos energía necesaria para extraerlo, transportarlo y procesarlo) del producto final.
- Lo mismo sucede con el factor sitio-cantidad, puesto que los nuevos descubrimientos tienden a ser depósitos más pequeños, lo que aumenta los costes de exploración y explotación por unidad recuperada del recurso. El descubrimiento de campos petrolíferos gigantescos (por encima de los 0,5 Gigabarriles), que representan sólo el uno por ciento de todos los yacimientos de petróleo del mundo, pero cerca del 60 por ciento (Robelius, 2007) de la producción mundial, es algo muy poco frecuente en la actualidad.