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Uno de los grandes beneficios de la milpa es que es mucho más provechosa que el monocultivo del maíz híbrido que se siembra en México, ya que produce alimentos durante todo el año, a diferencia de los cultivos industrializados que por lo general sólo lo hacen una vez.
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Uno de los grandes beneficios de la milpa es que es mucho más provechosa que el monocultivo del maíz híbrido que se siembra en México, ya que produce alimentos durante todo el año, a diferencia de los cultivos industrializados que por lo general sólo lo hacen una vez.
En un balance real de producción de beneficios de la milpa en su conjunto, los rendimientos son muy superiores a los que se obtienen sólo contabilizando el maíz al final de la cosecha. La milpa se cultiva con estrategias diferentes a la producción de excedentes para el mercado; con la milpa los campesinos privilegian procurar satisfactores para el bienestar. Los pequeños agricultores milperos inician importantes cadenas económicas, y generan su propio empleo en lugar de ser mano de obra barata en las grandes explotaciones. Por ello, un precio justo para los productos del campo limitaría la migración.
Tradicionalmente en la milpa se privilegió un tipo de cultivo que hoy llamaríamos orgánico, pues el rastrojo se usa como abono natural y algunas plantas como el cempasúchil se utiliza para el control de plagas. En épocas más recientes, sobre todo a partir de la llamada revolución verde, la publicidad y los ingenieros y técnicos especialistas en agronomía se inclinaron por los fertilizantes químicos.
Más allá de ser un cultivo históricamente popular en los campos mexicanos, la milpa es una suerte de microcosmos confeccionado en Mesoamérica, que ha servido desde hace siglos como sustento alimenticio y lienzo cultural para los grupos de la región.
Cuando pienso en milpa pienso en un modelo “perfecto”, creado por el ser humano en colaboración con la naturaleza. Por perfecto me refiero a un sistema en equilibrio pleno, que cumple sus funciones de manera inmejorable y que es auto-sostenible.
Pero la milpa no solo es perfecta, sino que su perfección es tridimensional. Sus atributos los manifiesta no solo exteriormente, en la sinergia de los cultivos que incluye, también se replica en el interior del organismo, en un plano nutricional y, finalmente, en su capacidad para hacer germinar riqueza cultural.
El tallo del maíz se alza, hasta tres metros, y sirve como eje para que el frijol, planta trepadora, se sostenga; a cambio, el frijol amplía el suministro de nitrógeno al maíz, uno de los nutrientes que más necesita este último para desarrollarse.
A lo largo de la milpa crece una gran variedad de hierbas silvestres, los quelites, cuyo sabor y valor nutricional complementan admirablemente al resto. Cuando se incluye el chile, que generalmente se siembra en los márgenes de la parcela, la planta funge como como escudo al resto del cultivo, ya que ahuyenta diversas plagas. En muchos lugares de México los campesinos separan sus parcelas, donde se siembra la milpa, por hileras de nopales o magueyes, plantas que también aportan insumos importantes a la tradición alimenticia del país.
Al ser un policultivo, no desgasta la tierra tanto como los cultivos únicos, lo cual facilita el no utilizar fertilizantes químicos –pues además el rastrojo, aquello que queda después de cosechar, sirve como abono natural para el siguiente ciclo de siembra. Pero la generosidad milpera no termina ahí, ya que este policultivo atrae diversos animales, lo cual facilita la caza y, en general, actúa como imán de abundancia. Finalmente, la milpa es un “ecosistema donde se favorecen interacciones ecológicas benéficas (control biológico de insectos, fertilidad del suelo y polinización) brindando diferentes beneficios a las especies que en ella conviven”.