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El Guando: Por los caminos y las montañas de Antioquia y Caldas se ve pasar al Guando, una especie de andamio hecho de tablas o de guadua. Tiene forma de camilla y está cubierto por una sabana blanca, debajo de la cual se supone que va un muerto. Este espanto va acompañado de 4 personas, son su cortejo fúnebre. Llevan velas y van rezando a su paso. Se escuchan gritos, lamentos y cantos en su presencia. Se dice que El Guando se le aparece a los avaros.
El ánima sola: Arraigada entre los campesinos y con origen en la colonización, el Ánima sola es el alma de una mujer atormentada. Suele recorrer los caminos con las manos encadenadas y va vestida de blanco. Su aspecto es de cabellos largos y su rostro es atractivo. La tradición señala que esta ánima no desaparecerá hasta que llegue el juicio final. Algunos sostienen que es un espíritu afable, que ayuda a los campesinos a encontrar tesoros.
La Patasola: Vagando en el corazón de la selva, entre matorrales y ríos, vive la Patasola. El alma en pena de una hermosa mujer que enamora a los hombres para luego devorarlos. Tiene una sola pata en forma de pezuña que se transforma según la situación. Se dice que fue una mujer infiel y que deshonró a su familia. Su esposo la encontró en la cama con su patrón y en venganza le cortó su pierna. Desde entonces se dedica a satisfacer su deseo sexual y a devorar incautos.
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«El Bufeo Colorado»
Este mito nació a orillas del Río Amazonas. Se dice que hasta allí, durante las noches de fiesta, llegaban unos hombres extraños, altos, de piel blanca, usando siempre un sombrero que tapaba su rostro. Su propósito era bailar con la joven más bella de la fiesta, a quien lograban enamorar y llevársela, entrada la madrugada, a un destino incierto. Las mujeres desaparecían y no se volvía a saber nada de ellas.
Los indígenas, preocupados, planearon perseguirlos para tratar de encontrar a sus mujeres. Entonces, decidieron que les darían masato para emborracharlos, quitarles sus sombreros y, así, poder ver sus rostros y conocer su identidad.
El plan funcionó y a uno de los hombres, ya borracho, se le cayó el sombrero. Al tocar el suelo, éste se convirtió en una mantaraya. Acto seguido, sus zapatos se convirtieron en cuchas y, finalmente, su correa se transformó en una boa.
Entonces, los hombres huyeron y se lanzaron al Amazonas. Su cuerpo había cambiado; la mitad correspondía a la de un ser humano y la otra, a la de un bufeo (delfín) rosado. A pesar de que después de haber entrado al río no volvieron a salir, se dice que de vez en cuando los bufeos colorados regresan para enamorar a otras mujeres hermosas.
Origen de la Serranía de la Macuira
Cuenta este mito que un reconocido cacique vivía en una choza, junto con sus tres hijos, en medio de la hermosa Sierra Nevada de Santa Marta.
Una noche, el cacique soñó que los veía alejarse de su lado, mientras se dirigían hacia el norte de La Guajira. Este sueño comenzó a repetirse, una y otra vez. En una ocasión, el cacique se despertó angustiado y corrió a buscarlos en sus habitaciones para ver si aún dormían pero, para su sorpresa, no los encontró. Entonces, dirigió su mirada hacia el norte, para buscarlos en la dirección que indicaba su sueño y notó que sus amados hijos se habían convertido en la pequeña cadena montañosa que compone la Serranía de la Macuira, ubicada en la península de la Guajira.
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