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El proceso evolutivo que nos lleva a las abejas de miel tiene un claro paralelismo con el que desembocó en la aparición y difusión por la Tierra de las plantas con flores. Hace unos 100 millones de años, ciertas avispas, parecidas a los esfécidos actuales, comenzaron a diferenciarse para aprovechar una nueva y creciente fuente de alimentos, el néctar y el polen que ofrecían las plantas angiospermas. Estas avispas adaptaron su aparato bucal para chupar el néctar de las flores, su cuerpo se cubrió de pelos plumosos para recoger los granos de polen y las patas posteriores se hicieron progresivamente más amplias para poder llevarse cada vez más polen al nido. Este proceso se convirtió en un caso especial de coevolución: las plantas producían más semillas con la polinización de los insectos e intentaban atraerlos con la recompensa de los alimentos ofrecidos por sus flores. Siguiendo el hilo evolutivo de los grupos más gregarios, aparecieron las primeras abejas, que se podrían incluir dentro del género actual Apis, ahora hace unos 35-40 millones de años.
Las abejas de miel pertenecientes al género Apis se desarrollaron en zonas de clima tropical. Actualmente, en las zonas tropicales y subtropicales del suroeste de Asia se encuentra la mayor diversidad, pero un paso más de la evolución permitió que dos miembros del grupo colonizaran climas templados. Para poder soportar las oscilaciones térmicas se pusieron en marcha diversas estrategias: los enjambres seleccionaron cavidades protegidas para vivir, formaron colonias más numerosas y con más panales y perfeccionaron la termorregulación de la colonia. Durante un proceso que se inició ahora hace unos 5 millones de años y se prolongó hasta los 2 millones de años, los antepasados de las actuales especies Apis cerana, la abeja de miel asiática, y la Apis
Los primeros apicultores harían poco más que cazar los enjambres que colgaban de las matas o de las ramas de los árboles y ponerlos dentro de las colmenas, o bien que entraran ellos mismos en los vasos vacíos dejados estratégicamente cerca de las colonias salvajes. En cualquier caso, habían dado un paso muy importante. Las abejas construían ahí dentro sus panales a su libre albedrío y sólo hacía falta abrir las colmenas y, con la ayuda del humo y las herramientas apropiadas, cortarlos para poder disfrutar de la cosecha de miel.
«Un tipo de altruismo gobernado por las feromonas (“el espíritu de la colmena”) lleva a unos cuantos miles de hembras infértiles, las obreras, a hacer todos los trabajos de la colonia, dejando la función reproductora a una sola hembra fértil, la reina»
El interés de los humanos para conseguir los productos de las abejas debía ser muy fuerte. De un lado la miel ya debía estar muy enraizada en las costumbres culinarias y medicinales, además de ser un alimento sin problemas de caducidad; otros productos de la colmena, como la cera y el propóleo, también se debían de haber ganado su lugar relevante como componentes de muchos preparados curativos y en el seno de las actividades ceremoniales y de culto. Las trazas más antiguas de estos hechos las encontramos en la civilización egipcia, donde la abeja de miel formaba parte del amplio conjunto de divinidades, y la miel y la cera se empleaban mucho en cocina y medicina.
Posteriormente, la apicultura se volvió una práctica habitual en todas las culturas del arco mediterráneo. Los griegos y los cretenses seguían haciendo colmenas de cerámica, en el Oriente Próximo y norte de África parece que predominaron los vasos trenzados con fibras vegetales, mientras que los romanos usaron diversos materiales, incluyendo la madera.
Foto: Mètode.
La apicultura fijista tradicional
Cuando se habla del llamado modelo de apicultura tradicional, lo denominamos apicultura fijista. Esta denominación se fundamenta en el hecho de que los panales construidos por las abejas, según el diseño que les dicta su instinto natural, quedan fijados unos a otros por puentes de cera y también a las paredes de la colmena, de forma que el apicultor ha de romperlos (o cortarlos) para poder sacar la miel. Pues bien, este tipo de apicultura es el que prevaleció durante un largo período de tiempo, hasta las postrimerías del siglo xix, pero sin olvidar que en muchos lugares todavía coexiste con la pura caza y recolección de miel de los enjambres salvajes.
A la península Ibérica también llega el arte de criar abejas. Es muy posible que la apicultura se introdujera en la península Ibérica desde las costas mediterráneas, dada la intensa actividad comercial que ya tenían en aquel tiempo. Es en esta zona donde se han encontrado colmenas cilíndricas de cerámica pertenecientes a la civilización ibérica, pero no se puede desestimar la posibilidad de que también las hicieran con otros materiales que no han perdurado hasta nuestros días.