• Asignatura: Filosofía
  • Autor: camigutierrezz
  • hace 7 años

alguien tiene el resumen de el raton de Saki?

Respuestas

Respuesta dada por: oscaryesid934
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Respuesta:

Teodoro Voler había sido criado, desde la infancia hasta los confines de la madurez, por una madre afectuosa cuya mayor preocupación era mantenerlo a raya de lo que solía llamar «realidades ordinarias de la vida». Cuando la dama pasó a mejor vida, Teodoro quedó solo en un mundo mucho más real, y en buena medida más ordinario que lo necesario. Para un hombre de su temperamento y educación, hasta un simple viaje en tren estaba lleno de pequeñas molestias y discordias, y cuando subió a un compartimento de segunda clase una mañana de septiembre, experimentó sentimientos perturbadores y una descompostura mental general. Ante tal emergencia, y para su mudo disgusto, Teodoro se vio forzado a colaborar con la hija del cura en la tarea de enjaezar un poni, para lo que fue necesario andar a tientas en un cobertizo mal iluminado al que llamaban establo, y que realmente olía a tal .

Sin llegar a temerles, Teodoro clasificaba a los ratones dentro de los incidentes más ordinarios de la vida, y creía que la Providencia, con un pequeño ejercicio de coraje moral, debería haber reconocido que no eran indispensables y retirarlos de circulación hace mucho tiempo ya. Al echar a andar el tren, la imaginación de Teodoro lo acusaba de despedir un ligero aroma a establo, y posiblemente mostrar una o dos horrendas pajillas en su atuendo siempre cepillado. Afortunadamente, su única compañera de compartimento, una dama de aproximadamente su misma edad, parecía más bien inclinada al descanso que al escrutinio. El tren no se detendría hasta alcanzar la terminal, casi una hora más tarde, y el vagón era de aquellos antiguos, sin comunicación por medio de corredores, por lo que ningún otro compañero de viaje iba a entrometerse en la semiprivacidad de Teodoro.

Por otra parte, nada menos drástico que un desnudo parcial ayudaría a deshacerse de su atormentador, y desvestirse en presencia de una dama, aunque fuera por un propósito tan loable, era una idea que le hacía poner las orejas coloradas de vergüenza. Sin embargo, la dama en este caso estaba, sin lugar a dudas, profundamente dormida. El ratón, por su parte, parecía tratar de alcanzar la cima de su montaña en pocos minutos. Si hay algo de cierto en la teoría de la transmigración, este ratón en particular había sido miembro del club de alpinistas en otra vida.

Teodoro se encontraba ante la más audaz empresa de su vida. Cuando el desenmarañado animal brincó hacia el piso, la manta zafó de sus ataduras y también se precipitó con un pequeño estruendo, y casi simultáneamente la desvelada mujer abrió los ojos. Con un movimiento casi tan rápido como el del ratón, Teodoro se arrojó sobre la manta, y estiró su superficie a la altura del mentón, cubriéndose todo el cuerpo, mientras se desplomaba en la esquina más lejana del vagón. La sangre fluyó y latió en las venas de su cuello y su frente, mientras esperaba paralizado que la dama hiciera sonar la campana de alarma.

Teodoro se preguntaba cuánto habría visto la mujer, y en todo caso qué diablos pensaría de su actual postura. Teodoro, cuyo conocimiento del trópico se limitaba al regalo anual de una caja de té por parte de un tío que vivía en Ceilán, sintió que hasta la excusa de la malaria se le escurría.

-Hace un instante había uno que intentaba trepar dentro de mis pantalones -susurró Teodoro, con una voz que no parecía suya-. -Tuve que librarme de él mientras usted dormía -continuó Teodoro, tragando saliva-. -No sabía que quitarse un pequeño ratón de encima causara un resfriado -exclamó ella, con una frialdad que Teodoro juzgó abominable. Evidentemente, la mujer había detectado su situación y disfrutaba con su confusión.

Con cada minuto que pasaba, el tren se acercaba a la atestada y bulliciosa terminal, donde docenas de ojos curiosos reemplazarían al único par paralizante que lo contemplaba desde el otro rincón del vagón. La furtiva mirada que Teodoro le prodigaba de cuando en cuando, revelaba solo un desvelo continuo. Teodoro ya había notado, con terror in crescendo, los recurrentes grupejos de casuchas que proclamaban el final del viaje. Las palabras de la dama actuaron como señal.

Cual animal acechado que escapa desesperado en busca de un refugio momentáneo, Teodoro se envolvió con la manta y luchó frenéticamente contra sus arrugados atavíos. Después, al hundirse nuevamente en su asiento, vestido ya, y a punto de enloquecer, el tren comenzó a detenerse lentamente.

Explicación:

Respuesta dada por: jdhajq
10

Menos mal que dijo resumen jajaj

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