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s ingente lo publicado hasta ahora sobre cualquiera de los ejes sobre los que me gustaría articular mi trabajo, es decir, sobre el mito de Faetón y sobre la obra dramática de don Pedro Calderón de la Barca: sería, por tanto, ridículo pretender descubrir algo nuevo o hacer una aportación de mérito al estudio de ambos. Sin embargo, me gustaría empezar aclarándote lo que pretendo hacer y el porqué de mi elección. Nunca he sido partidario de los trabajos miméticos de “cortar y pegar” y supongo que a estas alturas de curso debe ser lo que menos apetece leer a un profesor. Mi intención es, por lo tanto, aportar mi (humilde y modesta) opinión personal sobre la incidencia de este mito, el más fascinante a mi juicio de las Metamorfosis de Ovidio, en dos obras del Siglo de Oro: la Fábula de Faetón del Conde de Villamediana y la obra teatral El Faetonte de Calderón.
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En la mitología griega, Faetón o Faetonte (en griego antiguo, Φαέθων / Phaéthôn: «brillante», «radiante») era hijo de Helios y la oceánide Clímene, esposa del rey etíope Mérope2, a la que había seducido el dios.
En otra tradición, Faetón es el hijo que Eos dio a Céfalo y que Afrodita raptó de niño para convertirlo en un demon, guardián nocturno de sus más sagrados santuarios. Fue padre con Afrodita de Astino. Los cretenses le llamaron Adymus, que para ellos significaba estrella de la mañana y de la tarde.3Faetón alardeaba con sus amigos de que su padre era el dios-sol, y ellos se resistían a creerlo, y uno decía ser hijo de Zeus, lo que enojó a Faetón, que terminó acudiendo a su padre Helios, quien juró por el río Estigia darle lo que pidiera. Faetón quiso conducir su carruaje (el sol) un día. Aunque Helios intentó disuadirle, Faetón se mantuvo inflexible. Cuando llegó el día, Faetón se dejó llevar por el pánico y perdió el control de los caballos blancos que tiraban del carro. Primero giró demasiado alto, de forma que la tierra se enfrió. Luego bajó demasiado, y la vegetación se secó y ardió. Faetón convirtió accidentalmente en desierto la mayor parte de África, quemando la piel de los etíopes hasta volverla negra. Finalmente, Zeus fue obligado a intervenir golpeando el carro desbocado con un rayo para pararlo, y Faetón se ahogó en el río Erídano (Po). Su amigo Cicno se apenó tanto que los dioses lo convirtieron en cisne. Sus hermanas, las helíades, también se apenaron y fueron transformadas en alisos o álamos, según Ovidio, convirtiéndose sus lágrimas en ámbar. La moraleja de la historia es un añadido posterior. En las primeras referencias homéricas, Faetón es simplemente otro nombre del propio Helios.4 La sustitución de este por Apolo como dios-sol es posterior.
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