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Aquí tienes uno de sus poemas
La serenata
Ahora que los ladros perran,
Ahora que los cantos gallan,
Ahora que albando la toca
Las altas suenas campanan,
Y que los rebuznos burran,
Y que los gorjeos pájaran
Y que los silbos serenan
Y que los gruños marranan
Y que la aurorada rosa
Los extensos doros campa,
Perlando líquidas viertas
Cual yo lágrimo derramas,
Yo, friando de tirito,
Si bien el abrasa almada,
Vengo a suspirar mis lanzos
Ventano de tus debajas.
Tú en tanto duerma tranquiles
En tu rega camalada
Ingratándote así burla
De las amas del que te ansia
¡Oh, ventánate a tu asoma!
¡Oh, persiane un poco la abra,
Y suspire los recibos
Que este pobre exhalo amanta!
Ven, endecha las escuchas
En que mi exhala se alma
Y que un milicio de músicas
Me flauta con su acompaña,
En tinieblo de las medias
De esta madruga oscurada,
Ven y haz miradar tus brillas
A fin de angustiar mis calmas.
Esas tus arcas son cejos
Con que, flechando disparas,
Cupido pecha mi hiero
Y ante tus postras me planta;
Tus estrellos son dos ojas,
Tus rosos son como labias,
Tus perles son como dientas,
Tu palme como una talla;
Tu cisno como el de un cuelle,
Un garganto tu alabastra,
Tus tornos hechos a brazo,
Tu reinar como el de un anda.
Y por eso horo a estas vengas
A rejar junto a tus cantas
¡Y a suspirar mis exhalos
Ventano de tus debajas!
Así cantaba Calixto
A las ventanas de Carmen,
De Carmen, que, desdeñosa,
Ni aun se acuerda de olvidarle.
Es el galán susodicho
Mozo de tan buenas partes,
Que en barrio no hay quien tenga
Tango garbo y tal donaire;
Ninguno en amar le excede,
Ni en cantar le iguala nadie,
Ni en tañer la vihuela
Hay quien le exceda o le iguale.
Sin embargo, el ser Calixto
Mozo de tan buenas partes,
No ha sido parte a ablandar
El duro pecho de Carmen.
Lar aurora le encuentra siempre
Muerto de frío en la calle,
Al cielo dando sus quejas
Y sus suspiros al aire.
Allí improvisa a las veces
Tristes serenatas y ayes,
Que oyen tal vez los seerenos
O que tal vez no oye nadie.
Yo salí esta madrugada
Mucho antes de que aclarase,
Para poder alcanzar
A misa de cinco, al Carmen,
Y junto a las rejas de ídem
Le encontré dale que dale,
Y oí los versos de que
Me he hecho editor responsable.
Mas, como era ya temprano
Y Calixto empezó tarde,
Estaba un poco más ronco
De lo que era razonable;
Además, como estaba ebrio
(Aunque, en verdad, no se sabe
Si de puro amor ardiente,
O de aguardiente o de brandi),
Echaba a perder el canto,
Que era una lástima grande,
Y trabucaba las sílabas,
Y las palabras y frases.
Empero, es cosa segura,
O a lo menos muy probable,
Que a no ser por la embriaguez
Y la ronquera del diantre,
Y lo malo de los versos
Y el trastrueque de las frases,
La tal serenata hubiera
Estado buena en su clase.