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En Tenochtitlan la gente se bañaba hasta dos veces al día, pero en Europa el baño no era un hábito cotidiano.
En Tenochtitlan se barrían las calles todas las mañanas y a los jóvenes y niños se les enseñaba este hábito como uno de los principales, barrer su calle, su casa y sus templos.
Estos hábitos quedaron grabados en el libro “The Dirt on Clean” de la profesora y escritora Katherine Hachenburg, donde hace ver que para los mexicas la limpieza personal y la de sus ciudades era una prioridad.
Los mexica se lavaban los dientes con una mezcla de cenizas de tortillas quemadas y miel.
Había temazcales para que la gente acudiera a purificarse físicamente de una manera más profunda.
En lugar de jabón, los mexicas usaban copalxocotl y xiuhamolli, plantas y raíces de aseo, así como el relleno de los acocotes como un estropajo para eliminar las impurezas del cuerpo, estropajos que aún se venden en los mercados.
Existían baños públicos en cada plaza o lugar concurrido para evitar la suciedad en las calles.
Mantenían sus aguas limpias gracias al sistema de diques que Nezahualcóyotl planificó para separar las aguas dulces de las saladas en el lago, medida que trajo el equilibrio ecológico.
Y suministraban de agua a su ciudad mediante los acueductos construidos por el rey poeta entre 1466 y 1478, agua que se repartía en fuentes y remansos distribuidos por la ciudad a donde la gente podía acudir para tomar la necesaria.
Qué no te quede duda sobre lo avanzado de la higiene de las naciones nativas que nos legaron hábitos para sentirnos orgullosos.