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Primum non nocere” o “primero no dañar”. Este es uno de los principios básicos de juramento hipocrático de las especialidades sanitarias (Beauchamp & Childress, 2001) y que debería también ser considerada por parte de los profesionales del ejercicio físico y salud.
En nuestro sector es común asistir a constantes discusiones que, muchas veces, van más allá incluso de un concepto o una opinión y se llevan al terreno de lo personal. Creemos que dicho aspecto además de ser una postura poco respetuosa, es algo incoherente y negativa para con la propia profesión. Deberíamos apostar por ser algo más “corporativistas” (aprendamos en eso de otros profesionales de la salud). Un corporativismo positivo que nos posicione ante la sociedad con una imagen de profesionales con cierto consenso y una correcta actitud hacia el papel social que dicha profesión tiene. Ello no iría en detrimento de una discusión interna sana y constructiva, centrada en el argumento y nunca en las personas.
A este respecto, debemos considerar que las palabras significan lo que significan, no lo que “querríamos” que significaran. Es decir, no podemos ni debemos utilizar los términos de una forma interesada dándoles un significado más allá (y en ocasiones incluso sin tener ninguna relación) del significado que realmente tienen y que está establecido, como no puede ser de otra forma, por la Real Academia de la Lengua Española (RAE). Esto, como iremos viendo en diversos artículos del blog, es bastante común cuando de crear “conceptos” o “productos” se trata en el marco de los programas de ejercicio físico y salud (fitness). Debemos intentar hacer un esfuerzo por definir adecuadamente aquella terminología y conceptos relacionados con nuestra práctica profesional.
Hoy analizaremos una cuestión sobre la que se discute constantemente y que está sujeta a opiniones (según la RAE, una opinión es aquel dictamen que se forma de algo cuestionable o el concepto que se tiene de algo o de alguien). Lo curioso es saber si existe margen para tener cierto grado de opinión (es decir que algo sea más o menos cuestionable y con ello permita generar un dictamen personal sobre ello) o por el contrario primero deberíamos analizar adecuadamente la cuestión y hacerlo desde la mayor rigurosidad.
“No existen ejercicios desaconsejados o contraindicados solo mal o bien aplicados”, “no existen ejercicios contraindicados o desaconsejados más bien técnicos incapaces…”, etc.. son algunas de las afirmaciones que constantemente expresan aquellos que buscan crear un debate donde, desde nuestra perspectiva, no tiene mucho sentido crearlo si se atiende a dos cuestiones:
1.- La adecuada utilización de los términos y su comprensión, que contextualizará y permitirá dimensionar adecuadamente aquello que tiene que ver con el denominado “ejercicio desaconsejado”
2.- ¿Se conoce el nivel de evidencia científica existente en torno a la cuestión del denominado “ejercicio desaconsejado o contraindicado”?
Vamos a intentar desarrollar las mismas y quizás (ese sería el objetivo) lograr cierto consenso que nos ayude a progresar y eliminar discusiones estériles.
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