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Con la excepción de Amalia de José Mármol, El matadero de Esteban Echeverría, Los misterios del Plata de Juana Manso de Noronha y Facundo de Domingo Sarmiento no puede hablarse de narrativa histórica argentina hasta después de la caída del Dictador Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros en 1852. Estas obras (son de todos conocidas las dificultades de la crítica a la hora de clasificar el libro de Sarmiento) están escritas con un propósito político determinado: hacer odiosa la imagen del Gobernador de la provincia de Buenos Aires dentro y fuera del país, y conseguir la pronta y necesaria caída del dictador. En ese sentido el romanticismo coincidió en su antiabsolutismo político con las aspiraciones de los escritores argentinos. Facundo representa el deseo militante de una generación comprometida en transformar un país que nacía con graves problemas. La tarea consistía en arrancarlo de la pesada lacra colonial para adaptarlo a un ideal nacional orientado bajo el patronazgo del progreso, mágico concepto para los hombres de esta generación. El matadero, esa pequeña joya de la literatura argentina, no fue publicado hasta 1872. La fama que acompañó a Echeverría en vida le vino de su poesía y sus trabajos teóricos. En el siglo XIX El matadero pasó desapercibido como un pequeño opúsculo del creador de La Cautiva, Elvira o la novia del Plata y El Dogma Socialista. La importancia de Los misterios del Plata descansa en ser la primera novela propiamente dicha en cuya trama se exponen acontecimientos políticos de la Argentina rosista, aunque existe una controversia acerca de la fecha de aparición. No está comprobado si como dice la propia autora la novela se publicó en 1846 o si la primera edición corresponde a 1899. (Lichtblau 31).
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