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El enorme esfuerzo de la cuarentena rompió su hechizo frente a la multitud necesitada. Los que podemos guardarnos del contagio en hogares dignos y con tarjetas de larga duración vimos de golpe la aparición de los caídos, de esos que solíamos negar, ignorar, referirnos a ellos como si fuéramos lo mismo, sin ser ya siquiera parecidos.Ellos salieron imponiendo la necesidad sobre el riesgo, expresando que la vida sin dignidad es la peor de las pandemias. Son una creación de los últimos cuarenta y cinco años, cuando alguien se ocupó de asesinar al Estado que los protegía. Ahora salieron a decirnos que la necesidad tiene cara de hereje, que el hambre es cotidiana y el contagio tan solo un riesgo que asusta a los que tienen porque a ellos ya hace tiempo que nada los amedrenta. La multitud dejó casi sin sentido el esfuerzo y los recaudos de tantos días. Es que supermercados sin bancos es promesa de un final sin sentido. La cuarentena quedó al desnudo como necesidad de un sector y molestia del otro, y ambos parecieran ser cerca de dos mitades.
Como investigadores científicos nos gustaría poder celebrar la Semana de la Ciencia en Madrid afirmando que la investigación pública española, una de las 10 primeras del mundo en cuanto a producción científica, seguirá manteniéndose ahí en el futuro gracias al apoyo del Gobierno. Pero lamentablemente no es así. Lejos de mejorar los recursos, el Gobierno apuesta por futuros recortes en un sector que ha sido ya bastante castigado, dificultando todavía más la sostenibilidad de la investigación pública.