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Esa norma, que desecha el voto calificado y establece el sufragio universal, secreto y obligatorio, jerarquizando también la representación legislativa a la minoría a través de las llamadas listas incompletas. Su aplicación llevó al gobierno en 1916 a Hipólito Yrigoyen, pero fundamentalmente permitió el acceso de la clase baja y media al poder.
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Esa norma, que desecha el voto calificado y establece el sufragio universal, secreto y obligatorio, jerarquizando también la representación legislativa a la minoría a través de las llamadas listas incompletas. Su aplicación llevó al gobierno en 1916 a Hipólito Yrigoyen, pero fundamentalmente permitió el acceso de la clase baja y media al poder.
No se trató solamente de una práctica electoral, sino del sagrado ejercicio del voto popular y de todos los sucesos que se vinculan con una elección. Es decir, la campaña, la acción de los actores involucrados, la votación propiamente dicha y los escrutinios.
No es casual que justamente sean las prácticas electorales un eje clave e indispensable para cualquier proceso de construcción de la ciudadanía y de la democracia.
La ley Sáenz Peña contribuyó a reformular y jerarquiza la condición de ciudadano. Y esas bases radicaron nada menos que en el valor concreto que tiene el sufragio universal, que permitió también una organización política garantizando la participación de toda la sociedad.
Esta ley no sólo permitió la representación de las minorías, sino el voto universal, secreto y obligatorio para todos los varones argentinos adultos. Será recién Evita, quien daría mejor calidad democrática, cuando en septiembre de 1947, impulsa la sanción de la ley 13.010, que permitió a las mujeres acceder a las urnas, participando políticamente en el sistema democrático.
¿Por qué fue importante la ley Saenz Peña? Además de la breve reseña, esta ley fue clave porque le dio forma y contenido a los partidos políticos para que sean un factor insoslayable en la construcción de ciudadanía a través de prácticas concretas ligadas al ejercicio del voto y así se fortalecieron las redes de sociabilidad, y se consolidaron las experiencias, valores e identidades de la política y la sociedad.
Desde entonces, las campañas electorales y el ejercicio del voto muestran dos aspectos que se conjugan en la misma práctica política: primero se jerarquiza la dimensión individual, porque el cuarto oscuro consagra al individuo-elector cuando ejerce el derecho al sufragio. Y por otro lado, mantiene la dimensión colectiva que debe tener toda vocación política.
La idea de que las elecciones y la competencia electoral son legitimadoras del sistema político se debe a la Ley Saenz Peña. Fue gracias a esa norma que se terminó una larga etapa de fraude permanente.
Este será un año electoral de suma importancia, porque se renuevan todos los cargos electivos en todos los niveles del Estado. Es oportuno tener presente la necesidad de jerarquizar el voto universal, secreto y obligatorio. Tomar conciencia de que se trata de un acto trascendental para la salud de la República y que la voluntad del ciudadano no puede ser doblegada por ninguna presión.
No es menor esta concepción, porque de la madurez de esa decisión se encadenan los destinos de millones de personas. Es de anhelar que la participación responsable, abierta y democrática contribuya a mejorar la calidad de vida. En términos democráticos no hay mejor camino que consolidar esa participación ciudadana para que los sueños colectivos sean protegidos y construidos de manera colectiva.