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ntendemos, así, que en la mayoría de las ocasiones en las que estos se utilizan actúan como sustitutos para nuestro idioma por decisión propia del hablante, tal como ocurre con el lenguaje inclusivo, por ejemplo. Sin embargo, en muchas de esas ocasiones el uso del extranjerismo no es necesario. Introducimos extranjerismos en nuestro vocabulario a la vez que hemos conseguido desplazar a su equivalente en español sin ninguna razón aparente.
Y ahí es donde los hablantes nos tenemos que parar a pensar si estamos haciendo bien, porque no siempre es verdad que el uso del extranjerismo hace al texto y a su autor más sofisticado.
Por otro lado, no cabe duda que los idiomas se enriquecen unos de otros y los extranjerismos no son rechazables al cien por cien. Según las necesidades expresivas que van apareciendo con el paso del tiempo, la incorporación de nuevos términos es totalmente lícita, pero seamos congruentes y lógicos; utilicémoslos con cabeza cuando realmente aportan novedad al texto, no cuando ya existen equivalentes con vida en español.
espero te ayude besos
Respuesta:
Nuestra vida cotidiana está llena de extranjerismos, van entrando en nuestra rutina muchas veces sin danos cuenta. La mayoría de ellos se usa sin ser adaptados. Así, cuando preguntamos por alguien te responderán “Está en el Gym” o “Está haciendo footing”; cuando ha terminado la hora de clase y el profesor continúa, escuchamos una repetición multiplicada por el número de alumnos: ¡breik! ¡breik!; alguien nos pide un dato mediante el Whatsapp del smartphone y respondemos con un okey, oki, o.k.
Las causas que motivan estos préstamos pueden ser de orden externo o interno. Entre las primeras, Antonio Quilis menciona: a) la necesidad de nombrar cosas nuevas, nuevos conceptos, nuevos lugares; b) la necesidad, de utilizar determinadas palabras en un medio de comunicación, por ser imprescindibles para hacerse comprender o por motivos afectivos, etc. (el resaltado es mío)