¿existe continuidad en el lugar que ocupa la verdad en la filosofía griega y en la filosofía de la edad media?
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Revisemos entonces qué pasó en realidad en la edad media. De entrada podemos apuntar que duró poco más de mil años, se vio fuertemente permeada por la iglesia católica y se desarrolló con mayor fuerza en Europa y algunas regiones árabes (Avicena y Averroes). En la época medieval se exacerbó la idea de Dios y tanto el arte mural y escultórico como la arquitectura, se sublevaron en un intento por representar el reino de Dios en la Tierra. Aún hoy, podemos caminar por los monasterios y asombrarnos con las construcciones góticas de la Italia del Norte o las esculturas exhibidas en museos de Inglaterra, Francia y España.
La época medieval fue también la época de los caballeros y las cruzadas, de la lucha incansable contra los moros y de éstos contra todos aquellos considerados infieles por no aceptar a Mahoma como su salvador y a Alá como su dios. Ciertamente fueron mil años de cruentas batallas y de un difícil acceso al conocimiento. La Iglesia católica se dio a la tarea de preservar la sabiduría capturada en los libros griegos escritos a mano y conservarlos y replicarlos en las torres de las abadías.
Los historiadores han asumido dos grandes épocas al interior de la edad media, la alta y baja edad media. La primera, considerada de la caída de Roma hasta el año mil cien D.C. y la segunda del mil cien al siglo XV, momento en la historia en que el conocimiento recluido en las torres monásticas se desbordó a consecuencia de la invención de la imprenta, la primera imprenta capaz de producir libros en serie, la imprenta de Gutenberg.
Podemos reconocer el surgimiento de la patrística en la alta edad media y a San Agustín como su principal exponente. Agustín de Hipona había retomado principalmente la filosofía de Platón, aceptando que el mundo de las ideas se encuentra en el cielo, ese lugar donde existen las formas perfectas que en la Tierra tan sólo se reflejan como copias mal logradas, estaba ubicado en el cielo dogmático de la religión cristina. Si leemos La Ciudad de Dios de San Agustín, hijo de Santa Mónica (a quien por cierto se le dedica un convento majestuoso en el centro histórico de la ciudad de Puebla), podemos encontrar innumerables rasgos platónicos, la idea de belleza y perfección, las leyes de la correcta convivencia social y política y las aspiraciones divinas, coinciden en la filosofía teológica de la primera mitad de la edad media y en Platón.
Y al considerar la baja edad media, encontramos la figura de un gigante de la teología y la filosofía medieval. Quizá el fundador de la iglesia católica moderna. El creador, sin haber tenido intención de hacerlo, del catecismo de la iglesia católica. El padre de la escolástica. Me refiero a Santo Tomás de Aquino. Él, volcado hacia Aristóteles, con un pensamiento más bien crítico que idealista y convencido de que Dios no es una idea sino un ente real, dedicó su vida a probar la existencia de Dios a partir de seis aspectos principales: Dios uno y Dios trino, El acto humano. Virtudes teologales: fe, esperanza, caridad. Virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza, templanza.) Cristo: Encarnación, vida y pasión. El juicio final (muerte, juicio, infierno, cielo).
Cada apartado de la Suma Teológica, presenta la misma estructura, una duda, una cuestión, lo no resuelto. Después, una serie de argumentos que intentan resolver las cuestiones primeras. Y al final un listado de objeciones que ponen en entredicho sus propios argumentos. En las objeciones, Tomás de Aquino siempre encontraba el conflicto que lo retornaba a las cuestiones primeras, tal vez por eso tardó su vida entera en esta obra que, por cierto, no pudo concluir. Se dice incluso que en un episodio de arrebatamiento, dijo haber visto a Dios y no tener más la intención de probarlo, así que abandonó su tarea y se retiró a morir unos años después a su encierro monástico.
La filosofía medieval, como podemos ver con dos sencillos ejemplos, estuvo plagada de razonamientos basados en la fe, y, aunque las prácticas colonizantes e inquisitivas de la iglesia católica medieval son cuestionables, el enorme trabajo de conservación del conocimiento griego y las traducciones y réplicas de los monjes copistas, permitieron que en la actualidad podamos debatir entre el idealismo platónico y el pragmatismo aristotélico. Hasta la próxima