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Píndaro -aquel excelso poeta griego que habló de la excelencia humana- decía que todas las personas eran como una planta joven, que crece en el mundo débil y quebradiza, en necesidad constante de alimento exterior.
En esta frase se trasluce parte de nuestra humanidad. Somos capaces de construir, edificar, destruir con nuestras propias manos; pero hay un componente de fortuna que nos es externa y ajena. Hay algo (aunque lo deseáramos) que no podemos manejar o siquiera controlar.
Ésta pandemia ha desnudado nuestra finitud, ya que a pesar de las ensoñaciones que produjo la razón, somos frágiles y vulnerables, nos dimos cuenta que no tenemos soluciones para todo lo que nos ocurre en la vida, porque llegamos demasiado tarde y nos vamos demasiado pronto.
De allí el desafío del pensamiento de hacer filosofía en un mundo en crisis y en constante advenimiento.
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