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Seguir la pista de una osa parda ibérica que habita la Cordillera Cantábrica no es sencillo. Requiere paciencia, vocación, conocimiento del terreno, entrenamiento y también precisa tener el ojo muy habituado a la tarea, para prestar atención a las particularidades que puedan diferenciar un ejemplar de otro de su misma especie, como una simple cojera del animal al moverse o unas manchas en el pelaje. "Y sobre todo, te tiene que gustar muchísimo el trabajo", cuenta Elías Suárez, vigilante monitor en una Patrulla Oso de la Fundación Oso Pardo. Tiene 33 años, y desde hace una década trabaja en el Parque Natural Fuente del Narcea, en la cara suroccidental asturiana.
Su labor no se centra solo en hacer un seguimiento exhaustivo de la población de oso pardo que habita la zona; se enmarca dentro de la tarea de proteger y conservar una especie endémica de nuestro país que desde el año 1973 está declarada en peligro de extinción. Una especie de las llamadas ‘paraguas’ o ‘bandera’, emblemática por la importancia ecológica que tiene, por su capacidad de atracción y por el escaso número de ejemplares que hay. Él, y también otras instituciones en la Cordillera Cantábrica y en el Pirineo central y occidental, dedican sus esfuerzos a luchar contra la caza furtiva y la desfragmentación de los hábitats que permiten la pervivencia de la especie.