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De niño, Paulet lanzaba cohetes caseros que había aprendido a fabricar. "De la Tierra a la Luna" (1865), el libro de Julio Verne inspiró su sueño de viajar por el espacio. Y él experimentaba con rigor lógico y precisión matemática que, decía Víctor Andrés Belaúnde, primaban en el colegio donde ambos estudiaron, San Vicente de Paul.
Por su origen humilde, casi no fue a la universidad. El Rector de la Universidad San Agustín, Dr. Luciano Bedoya, conocía sus dotes de genio y pidió al jurado que le tomaran un examen, que aprobó entre aplausos. Luego el gobierno de Remigio Morales Bermúdez supo de él y lo becó para estudiar Ingeniería y Arquitectura en el Instituto de Química Aplicada de la Universidad La Sorbona, en Francia. A fines del siglo XIX, inventó allí el motor-cohete espacial de combustible líquido. El mayor conocedor de la ciencia de los explosivos, Marcelin Berthelot, su profesor, le aconsejó probar con las panclastitas, explosivos recién inventados por Eugene Turpin. Pedro Paulet concluyó que el peróxido de nitrógeno y la gasolina que lo componían eran los propelentes ideales para su motor.
En 1902, siendo cónsul peruano en Amberes, Bélgica, diseñó el Avión Torpedo, el primer antecedente de una nave impulsada por cohetes. El año siguiente, en 1903, los hermanos Wright hicieron volar un aeroplano. Paulet volvió al Perú en 1905, convencido de que su nave era mejor. Pero se impusieron los aviones de hélice, a los que él consideraba pobres cometas. Volvió a Europa en 1911, en busca del ambiente propicio para su invento.
En 1927, el norteamericano Charles Lindbergh logró volar de New York a París en treinta y tres horas y media. El austriaco Max Valier, en su artículo "De Berlín a New York en una hora", propuso un proyecto de una nave empujada por cohetes de combustible líquido para batir ese récord. A continuación, el peruano Paulet difundió en alemán una carta, publicada el 7 de octubre de 1927 en el diario peruano El Comercio, en la que aseguraba que tres décadas antes había diseñado un avión-cohete superior y estaba buscando los fondos para fabricarlo.
Paulet pensaba que su nave era superior a la de Valier porque tenía un ala delta pivotante con varios motores-cohete en la base. Con la punta hacia arriba, despegaría verticalmente. Al girar el ala, se desplazaría en forma horizontal. De nuevo en posición vertical, el descenso sería cómodo. La de Valier, que no tenía algo así, obligaría a sus ocupantes a dar volatines al volver a la Tierra.
Pero el plato de fondo era su motor de combustible líquido. El rumano-alemán Hermann Oberth había dejado claro, en su libro "Los cohetes hacia el espacio interplanetario" (1923), que los viajes al espacio serían posibles con motores de esa clase. La carta de Paulet llegó cuando los alemanes buscaban desarrollar uno
La pasión por los vuelos espaciales crecía de la mano de Valier, que ya era un héroe popular. El cineasta Fritz Lang iba a filmar la película "La Mujer en la Luna" y pensó que sería buena publicidad lanzar el día del estreno un cohete de combustible líquido fabricado por Oberth. Este no tenía habilidades de mecánico, así que la gran oportunidad era también un gran reto. Ese año salió el libro "El cohete para transporte y vuelo", donde el ruso A.B. Scherschevsky, miembro de la VfR, consagraba al peruano. Die Rakete había elogiado el libro del ruso. Oberth contrató al ruso para que fabricase la cámara de combustión de su cohete. Pero este tampoco sabía de mecánica y no lograron que volase. Lang rompió el contrato.
En 1929, entró a la VfR un adolescente que, por imitar a Valier, puso cohetones a su deslizador y acabó preso. Le pusieron de apodo "El joven delincuente". Se llamaba Wernher von Braun. Se cuenta que la VfR quiso desarrollar la nave de Paulet y él se negó al descubrir que querían hacer misiles de guerra. Esto tendría que ver con lo que dice el escritor alemán Manfred Nagl, que Valier se reunió con Hitler -según dijo el propio Führer- para pedirle financiar los misiles.
Ese fue el punto de ruptura. En 1929, Valier construyó un motor de combustible líquido pero su auto no corrió muy veloz. Paulet habría mantenido en secreto la fórmula del combustible. Valier sabía que era cosa de probar. En una de esas pruebas, una explosión le quitó la vida en 1930. Su asistente, Arthur Rudolph, perfeccionó el motor y en pocos años sería de los científicos que secundaron a Von Braun en el desarrollo de los misiles V-2 en la Segunda Guerra Mundial.
Paulet siguió buscando que el Perú financiara su nave. Incluso propuso en Buenos Aires la creación de una industria aeronáutica sudamericana (1944). Murió en 1945, meses antes de que las fuerzas norteamericanas capturasen a Von Braun, Rudolph y otros, quienes después construirían para la NASA el Saturno V, parte del programa Apolo, que pondría al hombre en la Luna en 1969.