• Asignatura: Religión
  • Autor: alvaromagopop
  • hace 7 años

Me podríais contestar a la pregunta adjuntada en la imagen por favor, dadme vuestra opinión que tenga sentido y esté desarrollada porfa, porque de internet ya lo puedo copiar yo.

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Respuesta dada por: juliedegas
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La tumba vacía hace referencia a la resurrección de Jesús. Como los profetas dijeron, Jesucristo resucitó al tercer día. Esta es la prueba del amor de Dios a los hombres.

Según nos cuentan los evangelios, la resurrección de Jesús encontró a los discípulos en una situación de desánimo y desilusión por el final sin gloria de su Maestro. Se había transformado en tristeza el entusiasmo suscitado por la predicación y los milagros de Jesús.  

Ciertamente Jesús les había anunciado varias veces que después de su muerte resucitaría (cf. Mc 8,31ss; 9,31ss; 10,34ss). Pero este anuncio no pareció calar en la mente de los discípulos. Su muerte les provocó un dolor tan profundo como para anular toda esperanza. Por eso el Resucitado tuvo que reconquistar su confianza a través de una larga pedagogía de encuentros y de pruebas sobre su nueva realidad: tuvo que hacerse tocar por Tomás (cf. Jn 20,27), caminar (cf. Lc 24,15), comer con ellos (cf. Lc 24,30 y 43; Jn 21,10-12). Y son frecuentes las reprensiones de Jesús resucitado frente al estupor y la incredulidad de sus discípulos: «¡Qué necios y qué torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» (Lc 24,25-26); «¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?» (Lc 24,38). Es ejemplar el episodio de los discípulos de Emaús, que se alejan de Jerusalén tristes y desilusionados por el naufragio de sus sueños: «Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto» (Lc 24,19-21).

El acontecimiento de la resurrección les resultó, pues, totalmente inesperado. Y fue la luz de la Pascua la que les permitió comprender la verdadera realidad de Jesús. Entonces pasaron de un conocimiento superficial e incompleto a la confesión convencida y el anuncio infatigable, hasta la entrega de la propia vida. La resurrección restituyó a Pedro y a sus compañeros la fe y el entusiasmo por Jesús, convirtiéndoles en difusores tenaces y perseverantes del Evangelio de salvación.

A partir de aquel acontecimiento, la Buena Noticia se concentra en un hecho fundamental: Jesús ha resucitado. Así lo vemos en los primeros discursos que encontramos en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2, 14-39; 3, 13-16; 4, 10- 12). Tiene razón el Catecismo de la Iglesia Católica cuando afirma: «La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida por los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio pascual al mismo tiempo que la cruz» (n. 638).

Y esta centralidad se observa sobre todo en el escritor más antiguo y prolífico del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo. A los fieles de Corinto, que albergaban dudas sobre la realidad de la resurrección, les escribe con gran sinceridad: «Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros» (1 Cor 15,14-15). Y, para demostrar la realidad y la verdad de este hecho, Pablo cita el más antiguo documento de la fe cristiana, escrito alrededor del año 40 (¡sólo diez años después de la muerte y resurrección de Jesús!): «Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado y resucitó al tercer día, según la Escrituras; que se apareció a Cefas y, más tarde, a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí» (1 Cor 15, 5-8). El apóstol emplea aquí los verbos «fue visto», «apareció», que se refieren a percepciones reales y externas al sujeto, no a sueños o visiones subjetivas. Y hace un elenco de testimonios del Resucitado, escogidos entre los más autorizados.

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