• Asignatura: Castellano
  • Autor: fauriciorondon13
  • hace 8 años

Un cuento sobre el Coronavirus
Por favor necesito ayuda plis ​

Respuestas

Respuesta dada por: mathewgranizo2009
2

Respuesta:

el coronavirus creyeron que solo era una enfermedad en china pero como vieron que el coronavirus se fue aumentando y hay fue cosa grave ya como vieron que el corona virus se fue como pandemia no tenian la cura y haora quedate en casa

Explicación:


alecorher6226: yx
fauriciorondon13: porfa me lo puedes escribir más largo
fauriciorondon13: lo necesito pero largo
Respuesta dada por: alecorher6226
3

Respuesta:

Explicación:El coronavirus se había encargado de minar la serenidad familiar. Al principio, como tantos ciudadanos, habíamos tratado de quitarle importancia. Creíamos que el virus, procedente de China, tendría un recorrido corto y que antes de que nos diéramos cuenta habría desaparecido. Sin embargo, conforme pasaban las semanas y aumentaban drásticamente los casos de contagio y el número de fallecidos, la confusión se adueñó de todos nosotros. A falta de vacunas, el mejor modo de prevención, según los epidemiólogos, era el aislamiento. El coronavirus ya no era un cuento chino, era una amenaza real.

Mamá, por su parte, no ayudaba en absoluto. Trabajaba de enfermera en el hospital y cada vez que llegaba a casa tras una dura jornada nos daba el parte médico. Entre ella y los medios de comunicación, era difícil abstraerse del clima de histeria colectiva. El coronavirus llevaba camino de convertirse en pandemia, como aseguraba la OMS.

–A mí no me da miedo contraer el coronavirus. En personas con salud no suele ser demasiado dañino. Paracetamol y punto. Quien me preocupa es el abuelo. Como lo pille, la espicha –dijo mamá. “Espicharla”, en su jerga de hija asustadiza, significaba “morir vilmente, como un perro”–. Debemos conseguir que el abuelo acepte una cuarentena voluntaria –sentenció.

Asociar la expresión “cuarentena voluntaria” al abuelo era tarea complicada. El buen hombre, aun en el ocaso de su vida, tenía más energías que todos nosotros juntos. El verbo “aceptar” no encajaba en su filosofía de vida. Por ese motivo nos miraba siempre por encima del hombro, y cuando le preguntaban por su familia se limitaba a vomitar algún exabrupto. “¡Panda de renegaos!”, exclamaba. “¡Carecen de valor!”.

Había sido un empresario de éxito, corajudo y emprendedor, un hombre muy alto, de buen porte, con un carácter noble pero desmedido, y ahora, a los 84 años, lo primero que hacía cada mañana, después de acicalarse y ponerse traje y corbata (a la hora de vestir siempre había sido muy distinguido), era irse al parque a jugar a la petanca con sus amigos, un grupo de aguerridos vejestorios que desafiaban el paso del tiempo. Me admiraba que, con tantos años a cuestas, aún tuvieran tiempo y ganas de doblar la espalda para jugar a la petanca. Era como si la tercera edad se diera la mano con la primera, cerrando así el círculo de la vida.

El abuelo, el mayor de todos, tenía que limitarse últimamente a observar: sus piernas habían comenzado a fallarle. No lanzaba la bola de metal, pero hacía todo lo demás: discutía, jaleaba, bromeaba, festejaba, abrazaba o amenazaba (según se terciara). Vivía el juego, en fin, como uno más. Para aquellos hombres la petanca era la metáfora de la vida: jugar equivalía a sobrevivir.

Y ese era el panorama: teníamos que meter en vereda, es decir, obligar a pasar por una cuarentena voluntaria (valga la contradicción) al miembro más vitalista de la familia. Nosotros que, en palabras del patriarca y futuro rehén, carecíamos de valor.

Y puede que mamá, como los demás, no tuviera valor, pero si algo le sobraba era obstinación. Obstinación y miedo.

Un día nos convocó a una reunión familiar. Quería que decidiéramos de una vez si íbamos a recluir al abuelo en casa hasta que el coronavirus fuera historia pasada.

Y sí: hicimos una votación. Después de su exaltado discurso, tuvimos que levantar las manos. ¿Quién estaba a favor de recluir al abuelo? ¿Quién estaba a favor de dejar que las cosas siguieran su curso? El resultado fue de tres a favor y tres en contra. Había que romper el empate. Entonces me acordé de la película 12 hombres sin piedad. Ungido de cierto espíritu justiciero, interpreté el papel de Henry Fonda echando mano de mi mejor oratoria.

Pero mamá, empujada por un pánico que ella, haciendo virtud de la necesidad, convertía en pundonor, argumentaba que el coronavirus era muy peligroso, especialmente en las personas mayores, pacientes de alto riesgo:


alecorher6226: amm era super largo y lo tuve q cortar
fauriciorondon13: gracias
fauriciorondon13: en qué te ayudo
alecorher6226: no nada gracias
fauriciorondon13: de nada
alecorher6226: no gracias ati por agradeserme
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