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Seguramente al mencionar las palabras «Santa Inquisición» a más de uno le vendrá a la cabeza la Edad Media, pero lo cierto es que esta institución, fundada en el sur de Francia a finales del siglo XII, ha logrado sobrevivir sorprendente mente al paso de los siglos y, después de un importante lavado de imagen y un cambio de nombre ‒por aquello de la leyenda negra‒, ha conseguido mantenerse activa hasta nuestros días. Un dato curioso: la institución estuvo presidida por el Cardenal Joseph Ratzinger desde 1981 hasta que en 2005 pasara a ser el papa Ben edicto XVI.
Al hablar de la Inquisición existe a veces cierta confusión porque son varias las instituciones que reciben ese nombre. Por ejemplo, la Inquisición española, también conocida como Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, fue adoptada por los Reyes Católicos y se mantuvo en activo hasta el siglo XIX. En 1812 las Cortes de Cádiz aprobaron su abolición por mayoría absoluta, aunque siguió funcionando algunos años más. En 1826 se ejecutó al último hereje, el maestro valenciano Cayetano Ripoll, condenado a la horca por no creer en los dogmas católicos. Ocho años después la Inquisición se suprimía definitivamente por decreto