Respuestas
Respuesta:
1º. Su sabor
2º Su textura
3º Son más fáciles de digerir.
4º Su aspecto
5º Se eliminan bacterias y microorganismos.
6º Su peso y volumen.
7º Nutrientes.
Explicación:
1º : En algunas verduras el sabor después de cocinadas es completamente diferente al sabor en crudo. Un ejemplo claro es la zanahoria, cuyo sabor cambia radicalmente cuando la asamos o cocemos.
2º: La verdura se ablanda después de cocinarla perdiendo la firmeza original, siendo en muchos casos más agradable de comer, por ejemplo la berenjena que se vuelve más cremosa después de aplicarle calor.
3º: La digestión de una verdura cruda es mucho más pesada que si esta se cocina.
4º: Los alimentos cocinados por lo general son más apetecibles y atraen más al comensal.
5º: Cuando aplicamos calor por encima de 65ºC a las verduras y otros alimentos mueren muchas bacterias y microorganismos perjudiciales para la salud.
6º: Cuando sometemos las alimentos a temperaturas elevadas sufren cambios físicos y químicos y se elimina gran cantidad del agua que los componen, lo que les hace perder peso y volumen.
7º: La cocción puede afectar a las frutas y hortalizas de forma positiva (más aprovechamiento de ciertas sustancias nutritivas, como los carotenoides) o negativa (menos vitaminas). Las vitaminas C, B1, B6 y el ácido fólico son las más sensibles a las altas temperaturas, mientras que los minerales (como el hierro y el calcio) o los macronutrientes (grasas, proteínas y carbohidratos) son muy estables a la cocción. La norma básica que se debe recordar en relación a los métodos de cocción, si queremos conservar la mayor cantidad posible de nutrientes, es la siguiente: los métodos que cocinen al alimento en el menor tiempo posible serán los más recomendables. El microondas, las frituras, los salteados, el horneado o cualquier procedimiento que no sumerja al alimento en agua durante mucho tiempo generará menos pérdidas de nutrientes. Sin embargo, las disminuciones en el contenido nutritivo serán notables en las cocciones a temperaturas moderadas y de larga duración, en particular, si sumergimos al alimento en abundante agua y no aprovechamos el caldo de cocción.