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maradoniano, cuando Diego sembraba asombros a cada paso, el escritor Mario Vargas Llosa derramó algunas líneas para englobar lo que el resto de los mortales no éramos capaces de expresar en palabras: “Maradona es el Pelé de los años ochenta. ¿Un gran jugador? Más que eso: una de esas deidades vivientes que los hombres crean para adorarse en ellas”.
“Los pueblos –sentenciaba el peruano– necesitan héroes contemporáneos, seres a quienes endiosar. No hay país que escape a esta regla. Culta o inculta, rica o pobre, capitalista o socialista, toda sociedad siente esa urgencia de entronizar ídolos de carne y hueso ante los cuales quemar incienso. Políticos, militares, estrellas de cine, deportistas, cocineros, playboys, grandes santos o feroces bandidos, han sido elevados a los altares de la popularidad y convertidos por el culto colectivo en eso que los franceses llaman monstruos sagrados. Pues bien, los futbolistas son las personas más inofensivas a quienes se puede conferir esta función idolátrica.
Respuesta:
no es un mito es real es el mejor jugador
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