consideras que condiciones laborables en la actualidad son semejamtes a las de los trabajadores ingleses del siglo XIX
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Respuesta: El número de horas de trabajo de los obreros en la Europa del siglo XIX fue muy variable, y sus condiciones laborales muy precarias, en función de la actividad desarrollada. En las fábricas algodoneras la duración de la jornada podía llegar a las quince horas. La duración de la jornada fue disminuyendo a lo largo del siglo XIX. Hacia 1870, los obreros ingleses trabajaban como media unas doce horas diarias y con pocos días de descanso. En la década de los años ochenta, la jornada se fue rebajando hasta las diez o nueve horas. Una de las grandes reivindicaciones de las organizaciones obreras durante todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX fue la jornada de ocho horas de trabajo, seis días a la semana.
Explicación: dame una buena calificación
Respuesta:
CONDICIONES DE VIDA Y TRABAJO DE LA CLASE OBRERA EN EL SIGLO XIX.
La otra cara de la moneda de la Revolución Industrial fueron las condiciones de vida de los hombres y mujeres que trabajaron en aquellas fábricas, sus durísimas condiciones de vida, la explotación infantil y los salarios tan insignificantes que apenas permitían subsistir, en el mejor de los casos.
El capitalismo industrial y su sistema de fábricas crearon una nueva clase de trabajadores, unidos por la condición común de disponer de una sola fuente e ingresos: el salario que recibían a cambio de su trabajo.
Los obreros o proletariado eran un nuevo grupo social. ¿De donde procedían sus miembros?
→ Campesinos: excedente de mano de obra.
→ Empleados del sistema de trabajo a domicilio.
→ Artesanos independientes de los gremios.
El nuevo modo de producción mucho más intensivo en trabajo y la introducción de las máquinas produce la deshumanización del trabajo como derivación de la acentuada división del trabajo. Frente al artesano que moldea su mercancía ahora aparece el que repite mecánicamente una sola tarea. El proceso formativo del artesano se reduce y nos encontramos con una mano de obra presa de su escasa cualificación profesional.
Las condiciones de trabajo: Condiciones de trabajo muy duras.
Son numerosos los informes, libros y folletos que denuncian la situación de la clase obrera. En ellos se constatan los males que comportaba para la población obrera la industrialización y el proceso de explotación capitalista al que se veían sometidos por la ausencia de leyes que les protegiesen. El afán del empresario por obtener beneficios llevaba a la reducción de costes vía reducción de salarios, hasta llegar a la ley de bronce de los salarios de David Ricardo y que consistía en igualar salario nominal y real en niveles de subsistencia.
Durante el siglo XIX las condiciones de trabajo tuvieron una serie de pautas comunes:
→ Largas jornadas laborales. Entre 14 y 16 horas.
→ Disciplina estricta (castigos corporales, sanciones económicas).
→ Supresión de descansos dominicales y festivos.
→ Despidos frecuentes.
→ Inexistencia de pensiones por enfermedad.
→ Ausencia de derechos laborales o sindicales.
→ Condiciones insalubres en la fábrica (humedades, altas temperaturas, escasa luz, polvo de algodón) que conllevan enfermedades, tuberculosis… El lugar de trabajo aparece definido en la novelas de Charles Dickens.
El trabajo infantil y femenino.
La mujer ha sido la gran olvidada como protagonista de la Revolución Industrial. La causa por la que en las estadísticas sólo aparece que ¼ de las mujeres trabajaban en el sector industrial es porque los censos presentaban muchas lagunas al no incluir las casadas o aquellas que trabajaban en oficios prohibidos, como en el sector minero.
En el sector textil fue donde trabajó el porcentaje más elevado. Una de las causas de la capitalización del sector fueron los bajos salarios de las mujeres y niños. La nota más trágica fue la prostitución como consecuencia del hambre, que fue una constante en el mundo laboral.
La mayoría de las mujeres trabajaron en el textil, el servicio doméstico o en tareas agrícolas, aunque también en las minas. Los salarios de las mujeres eran sustancialmente inferiores a los de los hombres (aproximadamente la mitad), y el de un niño pequeño, de 8 a 12 años, era la cuarta parte que el de un hombre, algo menos aún que el de la mujer.
El trabajo infantil fue muy importante para equilibrar la escasa economía familiar obrera, siempre al nivel de subsistencia. Niñas y niños tenían largas jornadas de 14 horas diarias, que a veces llegaba a 18, y percibían míseros salarios. La asistencia a la escuela era imposible y si se producía con aprender a leer y escribir ya era suficiente. La sociedad burguesa veía con buenos ojos el trabajo infantil (el hambre no es cosa que trate la moral, es su peor enemigo al ponerla siempre en cuestión).
La legislación protectora de la infancia fue escasa y se aplicó sin demasiado interés. Aunque las primeras legislaciones prohibicionistas datan de 1833 sólo a partir de mediados del siglo XIX se puede hablar de cierta mejora, con todo, la explotación de menores fue una constante del capitalista (y todavía hoy) hasta bien entrado el siglo XX.
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