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El saqueo de Roma se califica como un «intenso anticlimax para Alarico». Fue la consecuencia final del fracaso en su estrategia de extorsión a Honorio. Durante dos años en Italia, los visigodos habían utilizado el asedio de la ciudad como medio para obtener un estatus legal y un territorio propio dentro del Imperio. Con el primero, obtuvieron una promesa de Rávena que luego no fue cumplida mientras que, con el segundo, elevaron a un emperador alternativo que fracasó en su intento de deponer a Honorio. En ambos casos podrían haber tomado la ciudad si hubieran querido pero, entonces, habría perdido su valor como moneda de cambio. Cuando Alarico constató que el gobierno de Rávena prefería dejarla caer antes que acceder a sus peticiones perdió su sentido como elemento en la negociación. El líder debía dar una recompensa a sus seguidores por los dos años que le habían seguido fielmente y mantener, así, la cohesión de un grupo tan heterogéneo (sus seguidores originales, los de Ataúlfo, los godos llegados con Radagaiso y los esclavos romanos liberados) y esta no fue otra que el saqueo ordenado de la ciudad durante tres días.
Alarico sabía que aunque se apropiase por la fuerza de un territorio dentro Italia o Dalmacia, tarde o temprano el Imperio recuperaría su estabilidad y fuerza militar que emplearía para destruirlos. Solo un acuerdo entre ambos proporcionaría a los visigodos tranquilidad en el futuro. Su fracaso los dejó con todas las riquezas de Roma pero sin un lugar donde gastarlas y él siguió siendo rey de los visigodos pero sin reino. Su estrategia tuvo que cambiar, entonces, a pasar a la prefectura de África donde accederían a sus riquezas y valor estratégico además de estar en un territorio fácilmente defendible.
Aunque Roma ya no tenía el valor dentro del Imperio que un día disfrutó —primero Milán y luego Rávena la habían sustituido como centro político— su caída también significó para el gobierno de Honorio el fracaso final de la política millitar que había seguido desde la caída de Estilicón. No habían sabido designar a un sustituto adecuado y sus sucesores al frente del ejército (Varanes, Turpilio, Alóbico y Valente) no fueron capaces de organizar una respuesta al desafío visigodo. De hecho, cuando se produjo en saqueo, el puesto de magister militum estaba vacante. En este contexto fue cuando, desde la más absoluta oscuridad, surgió la figura de Flavio Constancio (un antiguo compañero de Estilicón) quien tomaría las riendas del ejército y conseguiría hacer salir al Imperio de la profunda crisis en la que se encontraba aunque sin poder, tampoco, expulsar a los visigodos.
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