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Respuesta:
Porque el a destruido lo q Dios creó los animales, árboles, y naturales en general ah matado animales hasta extinguirlos (los dodos por ejemplo)
Respuesta:Si consideramos la Tierra como un organismo vivo llamado Gaia podemos realizar una serie de analogías con organismos más sencillos como nosotros. Las poblaciones serían tejidos, y los ecosistemas serían los órganos de Gaia. Al igual que en un cáncer, crecemos de forma exponencial. Y, al igual que en un cáncer, al crecer estamos destruyendo otros tejidos, e incluso órganos, que constituyen el cuerpo que nos alberga.
El problema de cara a la conservación del planeta del que formamos parte es que el hombre no se considera un cáncer, si no que se considera un parásito. Nos creemos por encima de ella y, como buenos parásitos, con el derecho y casi el deber de explotarla. Al igual que los cánceres, muchos parásitos cuando infectan a un nuevo organismo, también tienen un crecimiento exponencial y provocan la destrucción de tejidos y órganos. La diferencia es que los parásitos provienen del exterior del organismo.
Nosotros no provenimos de fuera de Gaia, formamos parte de ella y hemos evolucionado con ella. Nuestras aspiraciones parasíticas nos llevan a desear propagarnos hacia otros hospedadores. Desde ese punto de vista somos un auténtico parásito. Estamos más allá que un simple cáncer, ya que nosotros, teóricamente, no tenemos porqué morir cuando muera nuestro hospedador.
Hemos evolucionado en Gaia, pero ahora somos auténticos parásitos. Un importante aspecto del éxito de los parásitos con transmisión horizontal es que debe existir un compromiso entre su virulencia y su capacidad de transmisión. El fracaso de un parásito como es el virus del Ébola radica en su elevada virulencia, que hace que extermine a su población hospedadora antes de poder transmitirse a nuevos hospedadores. El éxito evolutivo del VIH radica en su baja virulencia, que le permite extenderse en la población hospedadora de forma que, cuando su hospedador muere, el virus ya se ha transmitido a muchos otros hospedadores.
El ser humano es un parásito de planetas vivos como Gaia. La distribución de nuestros hospedadores debe ser muy dispersa en el Universo, y nuestra virulencia es excesiva. Somos un parásito mal adaptado y, al igual que un cáncer, moriremos con el organismo que nos cobija. Tal vez los parásitos más exitosos son aquellos que han reducido su virulencia hasta convertirse en mutualistas de sus hospedadores.