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Respuesta:
El amor no se olvida de nadie.
Hay amores superficiales y profundos; silenciosos y bulliciosos. Amores para la ternura y para la pasión; para la juventud y para la vejez; para pronunciar y para callar. Amores que nos ponen en guerra y amores que nos regalan paz.
El amor presenta continuas paradojas, aparentes contradicciones que nos despistan y confunden. Creemos que sabemos casi todo del amor y sus artilugios y -sin embargo- siempre nos desconcierta, nos sorprende y apabulla. Cuando supuestamente hemos aprendido la lección ya nos está impartiendo otra. No hay descanso en su escuela. Siempre estamos aprendiendo. El que no quiere aprender no puede estar dispuesto a amar. El amor es el verdadero maestro espiritual. Nosotros somos sus inexpertos y torpes aprendices.
¿Te acordás la rudeza y simplismo que tenían los apóstoles frente a las enseñanzas de Jesús?; ¿Cómo preguntaban una y otra vez sin entender nada? Así estamos nosotros frente al amor: Siervos inútiles, aprendiz de aprendices. Si uno no está dispuesto a ser humilde, nunca podrá aprender. La humildad es el mejor camino para la sabiduría.
Sólo el amor alimenta de sabiduría. Sus lecciones a veces son ásperas y costosas, dolorosas y exigentes. El amor tiene distintas formas de cruces. Cada amor tiene la suya. Una única cruz que adopta diversas formas a lo largo del tiempo y del camino. Se reinventa, adquiere una nueva presentación y reaparece. De vez en cuando, nos da pequeños descansos para que sigamos el camino y luego vuelve, una y otra vez.
El amor también vuelve. Siempre está y siempre vuelve. Nos vuelve a buscar y nos vuelve a encontrar. Nos vuelve a perder y a extraviar. Nos vuelve a llamar. Nos adivina. Nos intuye. Nos persigue. Nos gana. Nos mira de lejos y nos sonríe. Nos guiña los ojos y nos dice:
“Esperáme, ya llega tu turno, ya me ocuparé de vos. Una vez más, me ocuparé de vos. ¿Creés que me había olvidado? ¡No!... No te he olvidado. Yo soy el amor. Nunca me olvido de nadie. Llevo junto a mí, como la muerte, un registro de nombres. No me olvido de ninguno y así como mi hermana la muerte, también yo los cito a todos. A todos los busco y los encuentro. No me olvido de nadie. Aunque sea fugazmente paso y comunico mi presencia y mi alegría. Aunque sea una vez, una sola vez paso en la vida, como la muerte que viene una sola y definitiva vez en la vida. Yo soy el amor. No me he olvidado de nadie. Tampoco de vos”