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el pueblo de Israel se caracterizó por descubrir la voluntad de Yahvé en los acontecimientos cotidianos, al mismo tiempo que daba testimonio de Dios a través de su historia. De manera especial, el antiguo pueblo de Israel vivió dos experiencias que le permitieron descubrir a Dios como su Padre y Salvador: la liberación de la esclavitud en Egipto y la larga travesía por el desierto. Después de tales acontecimientos, Israel tomó plena conciencia de ser el pueblo de Dios, por lo cual cada año los conmemoraban de manera especial y a través de su historia daban testimonio de su adhesión a Dios ante los demás pueblos.
Josué dijo al Pueblo: “Temed a Yahvé y servidle con sinceridad y lealtad, apartándoos de los dioses a los que sirvieron vuestros padres más allá del río y en Egipto y servid a Yahvé. Si no queréis servir a Yahvé, elegid hoy a quien vais a servir, si a los dioses que adoraron vuestros antepasados en Egipto o a los dioses de los Amorreos, en cuyo país habitáis hoy. Porque yo y mi familia serviremos a Yahvé”.
Entonces el Pueblo dijo: “Lejos de nosotros apartarnos de Yahvé para adorar otros dioses. Porque Yahvé es nuestro Dios, el que nos sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que obró ante nosotros grandes prodigios y nos guardó por el camino que recorrimos y en todos los pueblos por los que pasamos, Yahvé expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los Amorreos, que habitaban esta tierra. También nosotros serviremos a Yahvé, porque El es nuestro Dios…”
Josué dijo al Pueblo: “Soy testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a Yahvé para servirle” y ellos respondieron: “Somos testigos…” Aquel día, Josué pacto una alianza con el Pueblo y le dio, en Siquén, leyes y mandatos y las escribió en el libro de la ley de Dios.