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Había una vez un zorro que estaba tomando un descanso bajo una viña. De pronto le dio hambre, observó hacia arriba y vio un racimo de uvas.
Pensó que aquellas uvas serían un espléndido alimento, entonces decidió tomar las uvas, pero había un problema. El racimo que queria, y otros iguales de bellos, estaban muy altos como para alcanzarlos.
Por mucho que intentaba saltar, apenas se acercaba. Siempre se quedaba unos centímetros por debajo.
Tras mucho intentarlo el zorro desistió. Sin embargo, se dio cuenta de que un pájaro había contemplado toda la escena de su esfuerzo desde lejos. Esto no le gustó, por eso inventó una excusa y le dijo al ave:
-Intenté con esfuerzo conseguir esas uvas porque pensé que estaban maduras. Pero, cuando me acerqué con mis saltos me di cuenta que no, por lo que ya no hallé motivo para ello. Sólo por eso dejé de saltar.
Y de esta forma, con su orgullo en alto, el zorro dio la espalda al ave y emprendió camino, seguro de que no probó las uvas no por su falta de esfuerzo, sino porque dejaron de interesarle.