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En los últimos años, el relanzamiento de la demanda internacional, motorizado en especial por la fuerte demanda china, contribuyó al crecimiento de la economía latinoamericana y a la mejora de los términos del intercambio. Esta situación suele generar grandes expectativas en la región. Sin embargo, sus alcances deben relativizarse a la luz de ciertos factores decisivos. En algunos países, el aumento de la demanda externa, aun cuando provocó un incremento de las exportaciones, no derivó en tasas de crecimiento elevadas o proporcionales a la expansión del mercado. Además, la mejora de los términos del intercambio, en los países en los que se verificó, no se debe a la sustitución de importaciones primarias por producción industrial interna, sino a la mejora de los precios de los bienes primarios. Ese aumento determina, a su vez, un esquema de precios relativos que promueve el sostenimiento o la profundización de la primarización de las economías. El papel de China en todo este proceso es determinante: el país asiático demanda bienes primarios, invierte en el exterior en función de la extracción y el transporte de esos bienes y avanza en su propia sustitución de importaciones y de exportaciones, amenazando producciones sustitutivas latinoamericanas. En este artículo se sostiene que la relación económica Latinoamérica-China no es, como suele afirmarse, una relación Sur-Sur, sino que reproduce el esquema comercial Norte-Sur y el patrón inversor británico del siglo XIX.
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