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Cada vez más países en desarrollo afrontan una "doble carga" de malnutrición: la persistencia de la subnutrición, en especial entre los niños, a la par de un acelerado aumento del sobrepeso, la obesidad y enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación.
El peso cada vez mayor que las enfermedades no transmisibles imponen tanto a los países desarrollados como a los países en desarrollo, y el aumento de los gastos sociales y de salud pública asociados, fueron analizados en una reunión especial del Comité de Agricultura, órgano intergubernamental de la FAO, en febrero de 2004. Los miembros de este Comité pidieron a la FAO que ofrezca a los gobiernos asesoramiento normativo en nutrición y alimentación saludable, a fin de prevenir las enfermedades no transmisibles, y pidieron asimismo una evaluación completa de los nexos entre las enfermedades y el cambio de las pautas de consumo de alimentos.
Investigadores nacionales de China, Egipto, la India, México, las Filipinas y Sudáfrica encargaron la elaboración del informe de la Dirección de Nutrición y Protección del Consumidor, Assessment of the double burden of malnutrition in six case study countries. Si bien este análisis reveló, como se esperaba, un acentuado cambio en los últimos 20 años hacia una alimentación con abundancia de grasas saturadas, azúcar y alimentos refinados, las tendencias de la nutrición y las enfermedades difieren de las transiciones características, en materia de nutrición y salud, que hubo en Europa y América del Norte en el siglo XIX. "En general, el exceso de nutrición se presenta cuando la subnutrición, y las enfermedades infecciosas se han convertido en 'problemas del pasado' -explica Gina Kennedy, de la Dirección de Nutrición y Protección del Consumidor-. Ahora se observa en los países en desarrollo que atraviesan una acelerada transición económica la coexistencia de la subnutrición, el exceso de nutrición y las enfermedades infecciosas y crónicas, a lo largo de extensos períodos de tiempo."
El informe dice que esta "doble carga" es consecuencia de diversos factores. El mejoramiento del agua y los sistemas de sanidad, así como la creación de buenos sistemas de salud pública, han avanzado lentamente, complicando las actividades orientadas a reducir la desnutrición. A la vez, la modificación de las pautas de alimentación y del modo de vida -impulsados por la urbanización, la liberalización de los mercados, los cambios demográficos y la disminución de la actividad física- han contribuido al exceso de peso y a las enfermedades crónicas.
En todos los países estudiados, desde 1970 ha aumentado el suministro de energía per cápita, y casi todos se han apartado rápidamente de una alimentación basada sobre todo en vegetales. Si bien ha permanecido constante o disminuido la proporción de cereales, hortalizas, legumbres y nueces en la alimentación de las personas, el consumo de azúcar, aceites, grasas y productos animales ha aumentado en general. Una tendencia constante es el aumento de la "densidad de energía" de la alimentación: el porcentaje de energía obtenida de las grasas. En China, ha aumentado casi un 10% en el último decenio, aunque la proporción más elevada -más del 30%- se presenta en México.
La población urbana suele ser la primera que comienza a incorporar en su alimentación más grasas, alimentos de origen animal y productos elaborados. Pero el informe afirma que los cambios que se observan en la alimentación no se limitan a las zonas urbanas ni a las capas más acomodadas de la población. La investigación en China ha revelado un consumo cada vez mayor de alimentos de origen animal y aceites en los grandes centros rurales, mientras que en Brasil, los alimentos más consumidos en las zonas de bajos ingresos son productos de panadería elaborados y productos cárnicos, dulces y refrescos. La disminución de los precios son otro factor que estimula cambios en la alimentación: en China, por ejemplo, los precios reales del pescado, el cerdo y el aceite
Parece ser que factores ambientales y biológicos conducen a estos resultados extremos. También está documentado el incremento del riesgo de obesidad en los adultos cuando hay subnutrición en la infancia. Si bien la pobreza es la causa principal del retraso del crecimiento, lo contrario no siempre es verdad: en muchos países, la población urbana pobre y sin instrucción presenta altas tasas de exceso de peso.
El desafío estriba en elaborar programas y políticas eficaces orientadas a prevenir y combatir ambos aspectos de la 'doble carga'". Esta tarea no sólo compete a los nutriólogos, sino a todas las personas que trabajan en la producción, elaboración y comercialización de los alimentos, así como en la inocuidad de los alimentos y en la difusión de información sobre los mismos.