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En una sociedad de mercado como la nuestra donde todo se puede comprar y vender -incluso el cuerpo o partes de él-, donde todo deseo puede ser satisfecho siempre que haya alguien que lo pueda pagar, es muy fácil confundir al ciudadano con el cliente y pensar que así como "el cliente siempre tiene razón" cualquier demanda de cualquier vecino debe de ser atendida sin más consideraciones ni reflexión ulterior. Y a eso se le llama participación ciudadana.
Se supone que las instituciones democráticas han de velar por el bien común o el interés general, pero resulta que el interés general es algo más que la suma de los intereses particulares de unos vecinos. El caso de los 95 árboles que se han talado en La Galera porque "molestaban" a "algunos" de los habitantes de la calle es un ejemplo.
Resulta que tales árboles molestaban porque unas de sus ramas entraban por las ventanas (¿y no las podían podar?). Otrosí han alegado los de la gasolinera del Monte para acabar con tres centenarios eucaliptos: ¡tenían que barrer las hojas que se caían de las ramas! También molestan los árboles porque quitan aparcamientos. Otros motivos más razonables hablan de que las raíces se meten en las tuberías de las casas adyacentes y las revientan. Motivos e intereses más o menos legítimos -la mayoría menos que más- y que se podrían atender con más imaginación y menos costes, por ejemplo arreglando los desperfectos que pudieran producir las raíces o cortando las ramas?
La obligación del gobernante es atender al interés general y el interés general no es el interés del cliente que "siempre tiene razón". El interés general es un interés que se mueve por principios y por valores, así la defensa de la arboleda como pulmón y ornato de la ciudad, la importancia del cuidado del paisaje urbano, la atención al medio ambiente o la educación ambiental y estética. De esta manera, sin confundir al ciudadano con el cliente, el interés común, ante las demandas en contra, lo que tendría que realizar es una labor pedagógica convenciendo a los interesados de que la solución no es "cortar por lo sano" (en este caso por lo insano), sino demostrarles el valor del árbol, incluso el valor económico de una calle arbolada.
¿Dónde se deja la responsabilidad de los políticos que son los que deberían defender frente a cualquier tipo de agresión estos valores? ¿Cómo es posible que ciudadanos que sí los tienen en cuenta tengan que protegerlos de los que por responsabilidad tendrían que luchar por ellos? Claro, para ellos lo fácil, lo inmediato, es tratar al ciudadano como un cliente que "siempre tiene razón". Al fin y al cabo, son votantes que es otra forma de ser clientes.
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