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El término “mitología” es ambiguo y de difícil definición. Por mitología entendemos tanto la colección o conjunto en sí de mitos de ciertas culturas como los estudios sobre esos mitos. Y, desde luego, no tenemos ninguna definición de “mito” que satisfaga a todos los estudiosos ni que cubra todos los casos. Pero además, con frecuencia encontramos “mitología” emparejado con “religión”, otro término igualmente difícil, ya que para unos, será, ante todo, el conjunto de prácticas (ritos) que los hombres realizan para tratar de encontrar una cierta seguridad en un mundo siempre cambiante e impredecible (contacto con la magia); para otros será la apertura del hombre a “lo sagrado”, concepto igualmente elusivo, y, por tanto, tendrá que ver más con las actitudes internas de la persona (es decir, psicología), etc.
Pero, además, ¿por qué poner juntos estos dos conceptos?, ¿qué relación guardan entre sí la religión y la mitología griegas que nos hace estudiarlas conjuntamente? La religión de los griegos, como es bien sabido, no es una religión revelada, no tiene un libro sagrado, ni unos dogmas; ni siquiera posee una casta sacerdotal que controle completamente las prácticas y los textos religiosos. Debido a estas circunstancias, la religión griega es, ante todo, tradición, una tradición que vive y se manifiesta en las prácticas del culto y en unos relatos que llamamos mitos.
En lo que sigue, y ante la imposibilidad de entrar en el detalle de los rituales y fiestas, trataremos sencillamente de exponer algunos de los problemas a los que nos enfrentamos al estudiar los mitos griegos y de esbozar algunas de las directrices básicas que siguen los especialistas en la materia al tratarlos. Y ni siquiera así podremos ser exhaustivos, dada la amplitud de la materia y la inmensa bibliografía que la acompaña. Ninguna solución –lo digo desde el principio– es perfecta; ninguna escuela ha logrado una panacea que todo lo cure. Y es que nuestro objeto de estudio, el mito, presenta bastantes complejidades y es escurridizo. Además, tanto el propio término “mito” como su supuesta universalidad están en cuestión (1).
Pero el hecho de no poseer una definición suficiente, consensuada, de los conceptos básicos no debe en modo alguno conducir al escepticismo general sobre la materia que hoy día parece imponerse. Todos y cada uno de los manuales de mitología griega al uso comienzan con este problema e intentan ofrecer una definición, sólo para señalar inmediatamente después los muchos interrogantes que estas definiciones propuestas dejan abiertos, los muchísimos casos que no cubren o, por el contrario, su enorme vaguedad, pero, si es verdad que no podemos definir ni el mito, ni la mitología, eso no significa automáticamente que estos términos no sean útiles y que debamos renunciar a su uso. El caso se repite hasta al aburrimiento en otras muchas ciencias, que no poseen definiciones unánimemente aceptadas de ciertos conceptos básicos y que, sin embargo, siguen empleándolos, por su utilidad. Pensemos, por ejemplo, en el empleo que la física hace de conceptos como “tiempo” o “fuerza”, sin que poseamos hasta la fecha una definición suficiente de los mismos.