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A pocos días de establecida la Junta, Mariano Moreno creó La Gazeta de Buenos Aires en la convicción de que "el pueblo tenia derecho a saber la conducta de sus representantes" y afirmando el principio de la libertad de escribir hasta entonces inexistente:
"[...] Desengañémonos al fin que los pueblos yacerán en el embrutecimiento más vergonzoso, si no se da una absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión, y a las determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto. Los pueblos correrán de error en error, y de preocupación en preocupación, y harán la desdicha de su existencia presente y sucesiva. No se adelantarán las artes, un los conocimientos útiles, porque no teniendo libertad el pensamiento, se seguirán respetando los absurdos que han consagrado nuestros padres, y han autorizado el tiempo y las costumbres [...]
Si se oponen restricciones al discurso vegetará el espíritu como la materia y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento harán la divisa de los pueblos y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria".
Gazeta de Buenos Aires, 21 de junio de 1810.
La Gazeta era una forma de comunicación directa con un pueblo que apenas sabía leer. Poco más de 200 ejemplares era la tirada de la publicación, pero cada lector volvía a leerla en voz alta ante un grupo de vecinos y así se multiplicaban aquellas hojas de doctrina democrática.
Poco tiempo después, Belgrano desarrollaba esos mismos conceptos en el periódico el Correo de Comercio. Decía "que era tan injusto oprimir la libertad de pensar y hablar como lo sería el tener atadas las lenguas, las manos o los pies a los ciudadanos". Analizaba los benéficos efectos de la instrucción pública, el mejor gobierno y su libertad civil y respecto de esta última decía: "que ningún tirano puede haber donde ella esté establecida y que ningún tirano ha dejado de quitarla con todo cuidado a sus súbditos, porque son incompatibles entre sí”. Belgrano proseguía la prédica que había iniciado antes de Mayo de 1810 desde su cargo de secretario del Consulado de Buenos Aires.
Ejemplar de la Gazeta en la que se declara a los oficiales indios igual que a los españoles y criollos. Moreno ordenó imprimir el Contrato Social de J. J. Rousseau porque partía del principio de que la Junta se había establecido por una "feliz revolución de ideas" y que era necesario "ilustrar a los pueblos" sobre los principios revolucionarios, "pues de otro modo será su suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía". El mismo Moreno realizó la traducción de esta obra y la prologó. Un mes después de su viaje hacia Inglaterra, el Cabildo resolvió que la lectura del Contrato Social "no era de utilidad a la juventud, antes bien pudiera ser perjudicial". El Cabildo que había conspirado contra la revolución de Mayo hacía sentir su existencia y el poder que aún tenía.
Mariano Moreno fundó la Biblioteca Pública de Buenos Aires, que se constituyó con 4000 volúmenes donados por el vecindario. Más tarde se adquirieron colecciones de mapas geográficos y topográficos, un archivo de documentos, un museo de historia natural con instrumentos para gabinete. Moreno llamó a la Biblioteca: "La casa de los libros”. En el Plan de Operaciones en el acápite que tituló "Educación", se incluía la fundación de muchas bibliotecas publicas a las que consideraba "verdadera escuela de conocimientos".
La Primera Junta se ocupó de la educación del pueblo. Moreno informó en la Gazeta su preocupación por crear más establecimientos de enseñanza para la juventud. Anunciaba que pronto llamaría "a los hombres sabios que reglando un nuevo establecimiento de estudio adecuado a nuestras circunstancias, formen el plantel que produzca algún día hombres que sean el honor y la gloria de la Patria”. Entre la Biblioteca y la escuela andaba Moreno vigilando la acción de los enemigos de la revolución, internos y externos -el bloqueo de Buenos Aires, la amenaza de Montevideo, las proclamas del Virrey del Perú, etc.-.