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Asumió anticipadamente el cargo presidencial el 8 de julio de 1989 de manos del presidente saliente, Raúl Alfonsín, tras vencer en las elecciones presidenciales de 1989, devolviendo al peronismo al poder después de trece años y protagonizando la primera transferencia pacífica entre dos presidentes democráticos de distintos partidos políticos en la historia argentina tras la última dictadura cívico-militar. Menem ocupó el cargo hasta el 10 de diciembre de 1999, lo que lo convierte en la persona que más tiempo ha detentado la jefatura de estado constitucional argentina en modo continuo, con 10 años, 5 meses y 2 días. Al período histórico que englobó su presidencia a menudo se le denomina «menemismo» (término también utilizado para referirse al movimiento ideológico en torno a su figura) o incluso «época de Menem».1
Durante su primer mandato, asumiendo el cargo en medio de un proceso hiperinflacionario iniciado durante la última etapa del gobierno de Alfonsín, la administración de Menem implementó políticas económicas de corte neoliberal basadas en el Consenso de Washington —si bien su gobierno en gran medida no se plegó al mismo—. Las mismas lograron reducir la inflación a mínimos históricos, y produjeron un marcado crecimiento del producto interno bruto (PIB) y la renta per cápita. Pese a esto, la gran cantidad de privatizaciones de empresas estatales provocaron despidos masivos y un aumento del desempleo y el subempleo. Además, la presidencia de Menem se caracterizó por diversas polémicas y numerosos escándalos de corrupción que salpicaron al gobierno durante todo el período, sucediéndose además atentados terroristas contra la AMIA y la Embajada de Israel en Argentina, así como la repentina muerte de su hijo en un accidente de helicóptero denunciado por su exesposa, Zulema Fátima Yoma (cuyo sonado divorcio en 1991 fue también controvertido),2 como un atentado criminal.3 Del mismo modo, se consideraba que el poder judicial carecía de completa independencia con respecto al poder ejecutivo, destacando cinco de los nueve magistrados de la Corte Suprema de Justicia que fueron acusados de funcionar como una «mayoría automática» para el gobierno.45 También fue destacada la reforma constitucional argentina de 1994. Imposibilitado por la Constitución de 1853 para presentarse a la reelección luego de su primer período de seis años, Menem negoció con su predecesor y líder de la oposición, Alfonsín, el denominado Pacto de Olivos, que allanó el camino para el llamado a una Convención Constituyente a fin de reformar la carta magna.6 Esta reforma habilitó a Menem para presentarse a la reelección para un mandato más, siendo este acortado a cuatro años y aboliendo el sistema de Colegio Electoral para reemplazarlo por un sistema de elección directa con segunda vuelta o balotaje; mientras que la oposición obtuvo la autonomización de la Capital Federal y la creación del Senador Nacional por la minoría. Entre otros cambios, la reforma introdujo también los derechos de tercera y cuarta generación, normas para defensa de la democracia y la constitucionalidad, las características de los órganos de gobierno, y nuevos órganos de control.6
Tras vencer por abrumador margen en las elecciones de 1995, el segundo mandato de Menem se caracterizó por el inicio de una recesión económica, un aumento de la deuda externa y nuevos escándalos de corrupción, que finalmente lograron el debilitamiento político del menemismo y, por añadidura, del Partido Justicialista. Las escandalosas insinuaciones de Menem de presentarse a un tercer mandato, algo prohibido expresamente por la reforma constitucional, más la precaria situación económica del país, llevaron a la derrota electoral del PJ ante el candidato radical Fernando de la Rúa en 1999, y a que un sector opositor interno del justicialismo más ortodoxo, encabezado por sus ex vicepresidentes Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf, lograra tomar progresivamente el control del partido.7