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Patizombi era un zombi cansado de ser el malo de todas las historias. Y para demostrar que podía hacer cosas buenas, decidió salir a la caza de los malvados fantasmas.
Pero los fantasmas no se dejan ver fácilmente, y además son muy escurridizos. Solo después de muchos intentos fallidos, encontró un fantasma despistado flotando en el bosque. Se acercó con cuidado, preparó sus trampas, y saltó sobre él.
La lucha pareció terrible, hasta que Patizombi se dio cuenta de que estaba luchando él solo contra una sábana pegajosa que le tenía atrapado.
- ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Has caído en mi trampa, malvado zombi!- rió un fantasma saliendo de su escodite.
- Ah, fantasma malvado- respondió. -Algún día te atraparé yo a ti.
- !No, no, no, no y no! - dijo muy ofendido el fantasma-. Disculpa, pero yo soy un fantasma bueno, y me dedico a cazar zombis malvados.
- ¡Eso sí que no!- protestó Patizombi- porque yo soy un zombi bueno, y soy yo quien caza fantasmas malvados.
Después de discutir un buen rato, comprendieron que ambos decían la verdad. Les pareció divertido y se hicieron amigos.
- Así que no todos los fantasmas son malvados…
- Ni todos los zombis…
- Pues podríamos unirnos para cazar ogros.
Y fueron formando equipo hasta las montañas, donde se escondían los peores ogros. Trabajando juntos rápidamente encontraron el rastro de un ogro que los llevó hasta una cueva. Como el ogro había salido, prepararon una trampa, pero mientras lo hacían una enorme piedra cerró la entrada, dejándolos atrapados.
- ¡Jo, jo, jo, jo! ¡Qué fácil ha sido atrapar a ese malvado zombi y su socio el fantasma!
- ¡Mentira! - protestaron desde dentro- No somos malvados. El único malvado eres tú y hemos venido a atraparte.
Una vez más la discusión duró hasta que todos estuvieron convencidos de que ninguno de ellos era un malvado.
- Nunca hubiéramos pensado que hubiera ogros buenos.
- Ni yo que un zombi y un fantasma no fueran malos.
- Está claro que, antes de cazar a nadie, tendríamos que asegurarnos de que sea un malvado...
Y así fue como descubrieron que muchas criaturas no eran malvadas, aunque tuvieran fama de serlo. Y que lo mismo pasaba con otras que tenían fama de sucias, ruidosas o molestas: solo unas pocas lo eran de verdad, y no se podía decir cuáles eran así sin llegar a conocerlas. De esta forma encontraron a muchos más zombis, fantasmas y ogros buenos que se unieron a su grupo de cazamalvados, y todos se fiaban de aquella policía del valle, que nunca trataba a nadie dejándose llevar por prejuicios y famas inmerecidas