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En tiempos bíblicos, las condiciones de polvo y suciedad de la región y el uso de sandalias, hacía necesario el lavamiento de los pies. Aunque es muy probable que los discípulos hubieran estado felices de lavar los pies de Jesús, no podían concebir el hecho de lavarse los pies unos a otros. Esto se debió a que, en la sociedad de la época, el lavamiento de pies era reservado para el más bajo de los siervos más insignificantes. Los que se consideraban iguales, no se lavaban los pies unos a otros, excepto en muy raras ocasiones, y como una señal de un gran amor. Lucas señala que los discípulos discutían sobre quién era el más grande entre ellos (Lucas 22:24), una actitud que excluía la disposición de rebajarse a lavar los pies. Cuando Jesús se dispuso a lavar sus pies, se quedaron sorprendidos (ver también Juan 13:1-16). Las acciones de Jesús sirven también como un símbolo de limpieza espiritual (Juan 13: 6-9) y un modelo de humildad cristiana (Juan 13: 12-17). Al lavar los pies de Sus discípulos, Jesús nos enseñó la lección del servicio desinteresado que estaba absolutamente demostrado por Su muerte en la cruz.
El lavamiento de pies era un ejemplo, un modelo. Muchos grupos a lo largo de la historia de la iglesia, han practicado literalmente el lavamiento de los pies como una ordenanza de la iglesia. Sin embargo, la cultura actual en muchas tierras, no exige el lavar el polvo de los pies de los huéspedes. Aunque se practicó la cena del Señor, la iglesia primitiva aparentemente no practicó el lavamiento de los pies como una ordenanza en las reuniones de la iglesia.
Cuando Jesús estaba lavando los pies de Sus discípulos, destacó la humildad interior, no un rito físico. La práctica de una viuda cristiana de "lavar los pies de los santos" (1 Timoteo 5:10), no habla de su participación en una ordenanza de la iglesia, sino de su servicio humilde y de servidumbre para con los demás creyentes. Si alguien se niega a seguir el ejemplo de Jesús, se exalta a sí mismo por encima de Él y vive en el orgullo. "El siervo no es mayor que su señor" (Juan 13:16).