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La relación entre arte y política constituye en nuestros días uno de los ejes temáticos más recurrentes de festivales y proyectos de comisariado, aunque habitualmente lo sea solo en sus formas más superficiales. Probablemente, la bienal de Berlín del 2012 sea el más reciente ejemplo de una tendencia de asunción un tanto irreflexiva de los movimientos sociales de protesta por parte del mundo de las instituciones artísticas.
En realidad, siempre sobrevuela la sospecha de que cuanto más promocionan las instituciones artísticas la reflexión sobre lo político por parte del arte, menos se emplea el arte para hacer política y, sobre todo, menos se reflexiona políticamente sobre esas mismas instituciones.
En cualquier caso, y dejando esta peliaguda cuestión para otra ocasión, sí que me gustaría recordar aquí que la relación entre arte y compromiso político no siempre ha de estar vinculada a la crítica o a la denuncia política más o menos explícita.
Como es bien sabido, la “no obviedad” en el compromiso político del arte fue reclamada intensamente por pensadores como Adorno o Marcuse. También Barthes asumió un posicionamiento parecido al afirmar, en relación a la práctica fotográfica, por ejemplo, que «en el fondo, la Fotografía es subversiva, y no cuando asusta, trastorna o incluso estigmatiza, sino cuando es pensativa».
Pero hay muchas otras vías en las que la relación “poetics/politics” no está tampoco vinculada a la queja o a la denuncia explícita, sino a la proposición de formas experimentales de interrelación social y comunicativa. Podríamos recordar aquí muchas de las vías de trabajo que hoy, a través de intervenciones en el espacio público (tanto el de las calles como el virtual de las redes digitales) tratarían de recuperar algunas de las consignas lanzadas por los situacionistas durante la década de los sesenta del pasado siglo, como el anteponer, frente al concepto de “espectáculo”, el de participación total; contra el arte de los objetos, la organización de un momento de vida colectiva. Líneas de investigación que, partiendo del situacionismo y del happening para llegar a las llamadas “prácticas relacionales”, se propondrían como objetivo el llevar el modelo de experiencia interpretativa que es propia de la actividad artística al campo de las relaciones humanas.
Evidentemente, el crear instantes “otros” de vida social y comunicativa encontraría en la capacidad del arte para generar interpretación su mejor aliada.
No obstante, lo que considero que prioritariamente deberíamos esperar de las prácticas artísticas más comprometidas con la compleja relación “poetics/politics” son evidencias de la capacidad del arte para demostrar como posible la existencia de códigos comunicativos y relacionales y ámbitos de sentido diferentes, más sutiles y reflexivos, que los que son propios del actual estado de colonización económica de la comunicación y de la esfera de las experiencias estéticas que hoy padecemos. Algo que quizá sólo pueda concretarse en una indagación en los vacíos presentes en las pautas de comunicación e interrelación más hegemónicas hoy, en la investigación acerca de las posibilidades del decir, del pensar y ejercer la diferencia en nuestros días. Desde luego, las mejores manifestaciones artísticas evidenciarían, ante todo, la posibilidad en nuestros días de pensar, sentir y, en definitiva, vivir, fuera de los estándares culturales en los que tratan de hacernos encajar, a nivel global, las nuevas estrategias de la economía globalizada.
Respuesta:
Cual es la relación entre arte y política?
Explicación:
El arte se configura como una forma de vida autónoma y como un proceso de autorrealización que se vincula con sus posibilidades de compromiso político. Así, para el ámbito estético es común tanto a las artes como a la política y es allí donde se determinan los cambios sustanciales en la representación.