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Hacia 1920 la renta per cápita británica fue superada por la estadounidense aunque tras la crisis de 1929, la economía norteamericana fue más afectada que la británica, pero seguía siendo la más próspera. Tras la Segunda Guerra Mundial y la pérdida progresiva de las colonias, el país retomó el rumbo como potente economía manteniendo una doble alianza que dura hasta nuestros días, no perdió su mirada económica sobre Europa, pero al mismo tiempo reforzó sus relaciones comerciales con Estados Unidos que tras el conflicto ejerce como primera potencia mundial. Este papel económico le ha permitido mantener un sólido y constante desarrollo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.
En 1960 y 1966, el Reino Unido trató de incorporarse a la CEE sin éxito, sobre todo por la oposición de Francia, hasta que en 1970 su candidatura fue admitida. En 1973, gracias a la política europeista del Primer Ministro Edward Heath, ingresó en la Comunidad Económica Europea.
Durante las décadas de los 1950s hasta los 1970s, la economía británica mantuvo un alto nivel de presencia del sector público, llegando incluso a representar entre el 35 y el 40% del total del Producto Interior Bruto. La llegada de la conservadora Margaret Thatcher al poder conllevó la aplicación de políticas neoliberales que redujeron el papel del Estado y reformaron el modelo del sistema de protección social. Durante su mandato de 11 años, el PIB per cápita creció un 35%, superando así a Alemania y a Francia, mientras que la inflación cayó de un 13,4% en 1979 hasta el 9,5% en 1990. Al mismo tiempo, aumentó la desigualdad de la renta. Con posterioridad, las distintas políticas han recuperado parcialmente la situación anterior a 1979, procurando conjugar una economía ágil y competitiva con unos niveles de bienestar amplios para la población.
Los accidentes ferroviarios han aumentado desde la privatización de la red. La investigación sobre el descarrilamiento de Hatfield (4 muertos y 70 heridos en octubre de 2000) reveló que los gestores privados invirtieron muy poco en la seguridad y el mantenimiento de las líneas, que ahora están en malas condiciones. La empresa tuvo que reemplazar los rieles defectuosos; para ello, solicitó subsidios al gobierno que fueron utilizados parcialmente para pagar dividendos a los accionistas.[9]
Entre 2007 y 2015, el Reino Unido registró la mayor disminución de los salarios reales (ajustados por inflación) de todos los países avanzados, al mismo nivel que Grecia (-10,4%). El Reino Unido tiene la mayor desigualdad de ingresos entre los países de la OCDE y las mayores disparidades regionales de Europa. La parte de los ingresos capturada por el 1% más rico se ha duplicado en los últimos 30 años, pasando de alrededor del 4% a más del 8,5% del producto interno bruto (PIB) en 2018. [10]
Con la crisis de 2008, muchas empresas privadas se derrumbaron. El gobierno británico gasta más de 1 billón de libras esterlinas para rescatar a los bancos privados.[11]