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Explicación:
Hace 106 años, Francisco I. Madero inicio la Revolución Mexicana para derrocar al régimen dictatorial de Porfirio Díaz, quien se había perpetuado en la Presidencia de la República por más de tres décadas, con los excesos y vicios de un sistema que no tenía contrapesos ni límites para frenar y castigar el abuso del poder. Había una Constitución, pero era letra muerta.
La lucha de Madero fue por la democracia electoral esencialmente, por el respeto al voto ciudadano, y también para que se estableciera una nueva restricción en la elección de los futuros presidentes: La no reelección, para evitar las experiencias previas que dejaron en el siglo XIX, Santana y el mismo Díaz.
Al movimiento de Madero se unieron otros liderazgos políticos regionales que estuvieron influenciados por el pensamiento de la social democracia europea y los llamados anarquistas mexicanos, como fue el caso de los hermanos Flores Magón, quienes señalaban severamente la tremenda injusticia social de aquel momento, ante lo cual y por medio de la pluma y el pensamiento crítico, incitaron a una revuelta popular, para que el pueblo se hiciera del poder por vía de la armas, con el fin de establecer una nueva base legal, que incluyera nuevos derechos sociales en favor de los grupos más desprotegidos, que según nos relata John K. Turner, en su libro, México Bárbaro, eran tratados como mercancía de segunda y no como personas; como esclavos y no como hombres libres y sujetos de derechos.
Como haya sido, en principio, hubo una afortunada coincidencia entre ambos grupos que terminó por complementar las bases y reclamos con los que se justificó la primera revolución social del siglo XX. El primer movimiento armado del siglo pasado, que tuvo una amplia base de apoyo popular, para cambiar a un régimen opresor y para crear un nuevo acuerdo de reglas en donde se reconocieran formal y materialmente, los derechos en favor de los que nunca habían tenido derechos.
A más de cien años de distancia, vale la pena preguntarnos, cuál ha sido el legado que nos dejó la Revolución Mexicana, cuáles han sido sus logros más importantes, que hayan resuelto las demandas sociales que dieron origen al movimiento que inició Madero en 1910. Cuáles son los pendientes que aún no encuentran solución y cuáles son los retos por venir en el siglo XXI.
Creo que uno de los legados más importantes que nos heredó la lucha armada que tuvo más de un millón de muertes, fue la creación de un nuevo pacto político y social que se materializó en una profunda reforma a la Constitución política de 1857, dando origen a nuestro actual texto constitucional con todo y las más de 600 reformas que ha registrado en cien años. Pacto que ha sido reconocido, por su originalidad e innovación, como un nuevo acuerdo que dio origen a una nueva Constitución, que fue aprobada en 1916 por un Congreso Constituyente y promulgada en febrero de 1917.
La realidad nos dice que los ideales de Madero, con todo y los diversos altibajos que se han presentado, son una meta cumplida. Hay democracia electoral en el país, porque el voto se respeta, porque hay alternancia y pluralidad representada en las diversas instancias de gobierno y porque se ha observado el principio de la no reelección presidencial, a pesar del paréntesis de Obregón.
En lo social, aún y cuando fuimos pioneros para establecer las bases del Estado de Bienestar, no se ha logrado reducir sensiblemente la desigualdad, ni la pobreza, ni las brechas educativas y peor aún, ni el acceso a una justicia pronta, imparcial, expedita y honesta.
Si agregamos otros agravios colectivos, entre ellos la corrupción, impunidad e inseguridad, los principios e ideales de la Revolución, corren el riesgo de quedar en frustraciones o en el mejor de los casos en una utopía colectiva, creando con ello, encono y polarización social, como la que dejo Porfirio Díaz.