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El Renacimiento en la vida cotidiana de los europeos
Pero, ¿cómo influyó este movimiento de renovación cultural en el día a día de los europeos? ¿Qué nuevos hábitos de pensamiento adoptaron?
La cultura material experimentó importantes cambios con la entrada de nuevos objetos disponibles que decoraban las casas de los acaudalados. Era un símbolo de poder y rango que los poderosos se construyeran una casa siguiendo el nuevo estilo clásico porque ese gesto significaba participar del renacimiento de la Antigüedad. Dentro del hogar, la sala de estudio o el escritorio, se erigió como el símbolo principal de los valores renacentistas.
Con el tiempo esa sala dejó paso al museo (lugar dedicado a las musas). En esa zona se coleccionaban y exponían antigüedades de todo tipo, también obras de la naturaleza, como conchas, especímenes disecados de animales o plantas exóticas. El jardín de la casa con frecuencia se utilizaba como una galería de esculturas al aire libre. El siglo XVI fue una época de auge del jardín como objeto estético y de consumo ostentoso.
Otros aspectos no materiales también reflejaron la influencia del Renacimiento: el interés por la identidad se hizo evidente en dos géneros: la tumba y el retrato. La tumba, construida a menudo siguiendo el estilo clasicista, podía incluir el escudo de armas de la familia y las figuras del esposo, la esposa y los hijos. Se trataba de representar a la familia en la comunidad tal como la galería de retratos lo hacía en el interior de la casa. Los retratos y las biografías abundaron, siguiendo siempre los modelos clásicos o los ejemplos italianos. Todo ello manifiesta cambios en las concepciones del ego, la personalidad humana y la nueva importancia dada a construir una identidad personal.
Las prácticas lingüísticas también experimentaron novedades, se escogían ciertos nombres personales y se latinizaron apellidos como forma de identificarse con la Antigüedad. Otra práctica social que penetró con fuerza en la vida diaria fue la escritura de poesía, especialmente los sonetos de amor al estilo de Petrarca y los tratados de arte epistolar proliferaron ante la gran demanda de modelos de cartas y acabó constituyendo un género en sí mismo.
Los modelos de conducta también se vieron influenciados: la humildad, el valor y la virtud eran los nuevos valores en boga. La curiosidad, una actitud antes condenada, empezó a valorarse. Los cambios en la educación influyeron en la formación de nuevos hábitos mentales. Se fomentaba una cosmovisión asentada en cualidades morales ordenadas jerárquicamente y se promovía una concepción del mundo basada en términos de oposiciones binarias (vicios/virtudes).
La filosofía de Platón y los estoicos también entraron en la vida diaria de algunos grupos intelectuales. La idea central del estoicismo en su versión renacentista era la “apatía”, la “constancia” o la “tranquilidad de mente”. La imagen por excelencia era la de un hombre afrontando el desastre calmadamente, como un árbol o una roca en la tormenta.
A nivel colectivo la conciencia del mundo más allá de Europa empieza a detectarse en las historias escritas. Sin duda, los descubrimientos geográficos incidieron en la imaginación de los europeos. La reflexión sobre lo que significaba ser europeo también tuvo lugar en las fronteras. Así, la amenaza de la invasión turca en las décadas de 1450 y 1520 alentó la solidaridad europea, esto, junto a la invasión del Nuevo Mundo, resultaron sucesos fundamentales para estimular la conciencia de la identidad europea.
El final del Renacimiento lo señalamos al principio del XVII con la revolución científica y el surgimiento del Barroco, aunque en algunos campos las prácticas renacentistas persistieron. La “marchitación” del movimiento se reflejaba ya en las fuentes. Estas mencionaban “nuevos mundos, nuevas estrellas, nuevos sistemas”, dejando atrás la idea de renacer y librándose del modelo de la Antigüedad. Galileo y Descartes encarnaron esta ruptura con lo anterior desechando la primacía de los Antiguos. La razón, encarnada en las matemáticas y en la geometría, ganará prestigio intelectual ante la Antigüedad colaborando en la desintegración de este movimiento.