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Respuesta:
Desde el principio de la civilización, el hombre ha experimentado la necesidad de medir el tiempo, para así regular sus hábitos y quehaceres. Las primeras civilizaciones agrícolas desarrollaron los primeros calendarios, muy útiles para determinar los períodos de siembra y cosecha. No obstante, pronto se hizo patente la necesidad de contar con instrumentos más precisos que los calendarios, especialmente en la navegación, pues era necesario compensar de alguna forma la falta de exactitud de estos primitivos medios. Esto motivó a sabios de diversos pueblos a idear mecanismos confiables para regular el tiempo.
El primer reloj propiamente tal fue la Clepsidra o reloj de agua, inventado por los antiguos egipcios, que consistía en un recipiente lleno de agua que se vaciaba a intervalos regulares gracias a un orificio practicado en su parte inferior.
Explicación:
La historia de los relojes (denominada también como historia de la relojería) es la secuencia de eventos que han ocurrido en torno a los descubrimientos científicos de los relojes y autómatas denominados: guardatiempos (dispositivos mecánicos capaces de fraccionar, contar y guardar memoria de secuencias en el tiempo). Estos dispositivos han sido creados para proporcionar la hora en situaciones donde los astros no podían verse. Algunos de los dispositivos tienen unos orígenes claros en ciertas técnicas y tecnologías bien datadas, como puede ser el caso de los relojes de arena cuya construcción está ligada al soplado de vidrio. Muchas culturas han tenido curiosidad por medir el tiempo y las fechas del calendario con la simple observación de los fenómenos naturales y astronómicos, este conocimiento les ha proporcionado una prosperidad económica debido en parte a que eran capaces de predecir con precisión el tiempo de las cosechas, las plantaciones y demás actividades agrícolas.[1]
La relojería ha ido pasando por etapas en las que la regularidad de los astros proporcionaba una medida suficiente del tiempo, poco a poco las maquinarias han sido capaces de substituir esa medida hasta que los dispositivos electrónicos y atómicos han alcanzado medidas del tiempo muy precisas empleadas por ejemplo en la localización mediante GPS. Durante este tiempo no sólo ha crecido la habilidad de los relojes para medir el tiempo con precisión y regularidad sino que además el coste de los relojes ha ido bajando hasta llegar a ser muy populares, un ejemplo de este abaratamiento es el reloj de pulsera.[2]