• Asignatura: Arte
  • Autor: papalacios46
  • hace 8 años

Reflexiona mediante un párrafo y expresa tu punto de vista sobre el valor artístico del teatro.


papalacios46: SUPER URGENETE SINO REPRUEBO HEEEEELLLLLLLLLLLLLLLPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPLS PLS PLS PLS PLS PLS PLS PLS PLS PLS

Respuestas

Respuesta dada por: alejandroismael480
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Respuesta:La educación en valores es un tema de actualidad, pero no es nuevo. Siempre ha habido y habrá en el sistema educativo, por su propia naturaleza y función social, un conjunto de valores que lo impregnan. Incluso se puede hacer de la transmisión machacona de ciertos contenidos ideológicos y morales el fin primordial de la enseñanza, como hizo el nacionalcatolicismo que padecimos varias generaciones de postguerra en la escuela y en la familia; un adoctrinamiento cerrado en unos valores partidistas y trasnochados, cuya estulticia evoca Andrés Sopeña, con irresistible comicidad, en El florido pensil.

La reacción visceral de muchos a aquella «formación del espíritu nacional» nos provoca hoy, desde campos de pensamiento opuestos, lógicas reticencias sobre la eficacia general de la persecución voluntarista de objetivos en las conductas y actitudes y sobre la legitimidad de una escuela beligerante que defienda unas ideas y rechace otras.

Pero la verdadera educación constituye siempre una educación moral y exige la defensa de unos valores y una posición ante el mundo. Y ello tanto para los valores que queremos conservar en nuestra sociedad como para nuestras aspiraciones de transformarla. El peligro de una enseñanza cargada de contenidos programáticos y más ocupada en suscitar adhesiones que en favorecer un pensamiento crítico autónomo, sin duda existe, aunque, en mi opinión, no es el más grave, hoy por hoy. Lo es más la conducta «profesional», «puramente académica y técnica» de buena parte del profesorado que, en todos los niveles educativos, y en grado creciente hasta la Universidad, desligamos nuestra tarea de los problemas globales de la sociedad y de las personas para atender exclusivamente a los parciales y particulares de nuestra concreta materia y pequeña parcela de saber.

Victoria Camps en Los valores de la educación nos recuerda que nuestra labor no consiste solo en transmitir conocimientos y en enseñar una profesión, sino en formar personas, en integrarlas en una cultura, es decir en una lengua, unas costumbres, creencias, actitudes, modos de pensar y de vivir. Y que esto solo es posible hacerlo desde una propuesta de valores. Se trata de contribuir a formar personas preparadas para una sociedad plural, en la que no existe un modelo de persona ideal, pero sí un sistema de valores aceptados de forma mayoritaria que sirve de marco ético individual y colectivo. La formación en los valores que configuren una sociedad plurirracial, mestiza, pluricultural y sin fronteras... es un acto de optimismo abierto a cierto grado de fracaso (el pesimista acierta siempre), pero también de estrategia: «la democracia tienen que educar en defensa propia» dice Savater, porque el futuro será obra de lo que hagamos en el presente, desde las aulas o por Internet.

Claro está que la ética no se hereda, ni se enseña como una asignatura convencional y tampoco se limita a la escuela, sino que se transmite por múltiples canales y, sobre todo, a través del ejemplo, a través de situaciones que generan conflicto y reclaman una decisión moral. La educación en valores es una tarea de todos. Educa la familia, educa la escuela, educa la televisión, con frecuencia, (des)educan. De esta pluralidad y de sus contradicciones inherentes me parece que se derivan bastantes problemas. La crisis de la familia tradicional ha abandonado en manos de la escuela muchas de sus obligaciones educativas y ha roto la unidad cohesionada que en décadas anteriores constituía la escuela y el hogar. La educación moral y sentimental de nuestros niños y jóvenes se nutre de variadas emisiones y programas que sustituyen la discusión y el contraste de opiniones argumentadas por espectáculos bochornosos donde los contertulios se tiran los trastos a la cabeza, predican el triunfo a toda costa y la idolatría estúpida hacia personajes poco ejemplares, o se basan en la exhibición impúdica de emociones íntimas, cuando no narran con detalle de imágenes y especulaciones infundadas episodios atroces, que se prolongan durante meses. También desde la ficción nuestros adolescentes ven fascinados teleseries interminables, que encadenan hasta el infinito intrigas, traiciones y pasiones incontroladas. Ellos aprenden cada semana que el mundo es malvado, que no te puedes fiar de nadie y que lo más importante en la vida es tener dinero. O se adocenan ante la multiplicidad de espacios de humor blanco y un poco tontorrón, cuyos personajes encarnan las virtudes de la burguesía biencontenta y bienpensante que nunca cuestiona en profundidad el orden establecido. ¿Puede la escuela llenar el hueco que ha dejado la familia? ¿Cómo competir con la influencia del medio de comunicación, «dictadura en colores» la llama Benedetti, que, a pesar de sus enormes posibilidades estéticas y educativas, peor se usa éticamente

Explicación:


papalacios46: No entendi ni pico pero gracias
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