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San Ignacio de Antioquía
Discípulo de San Juan el Evangelista y obispo de Antioquía durante 40 años. Tuvo la responsabilidad de condenar la herejía de los docetas, quienes afirmaban que Cristo nunca tuvo un cuerpo físico y por eso no querían consumir la Eucaristía. San Ignacio les decía lo siguiente:
“Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo obispo junto con el presbítero y con los diáconos consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo hagáis según Dios”.
Respuesta:
1. San Ignacio de Antioquía (110 d.C.)
Discípulo de San Juan el Evangelista y obispo de Antioquía durante 40 años. Tuvo la responsabilidad de condenar la herejía de los docetas, quienes afirmaban que Cristo nunca tuvo un cuerpo físico y por eso no querían consumir la Eucaristía. San Ignacio les decía lo siguiente:
“Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo obispo junto con el presbítero y con los diáconos consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo hagáis según Dios”.
2. San Justino (165 d.C.)
Fue un laico conocido como el primer apologista cristiano, pues escribió muchas cartas defendiendo la doctrina cristiana. A él le debemos una de las descripciones más detalladas del culto cristiano en los primeros siglos y, por supuesto, esta descripción incluye una bella descripción de la Eucaristía:
“A nadie le es lícito participar en la Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos […] Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias, que contiene las palabras de Jesús y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó”.
3. San Ireneo (130 d.C. – 202 d.C.)
Se sabe que fue obispo de Lyon y es famoso por su obra Adversus Haereses, donde refuta las principales herejías de su época. En este libro él escribe lo siguiente:
“Para nosotros en cambio, la creencia concuerda con la Eucaristía, y la Eucaristía, a su vez, confirma la creencia. Pues le ofrecemos a Él sus propias cosas, proclamando concordemente la comunión y la unión de la carne y del espíritu. Porque así como el pan que es de la tierra, recibiendo la invocación de Dios ya no es pan ordinario sino Eucaristía, constituida por dos elementos terreno y celestial, así también nuestros cuerpos, recibiendo la Eucaristía, no son corruptibles sino que poseen la esperanza de la resurrección para siempre”.
4. San Atanasio (295 d.C. – 373 d.C.)
Quien fuera obispo de Alejandría enseñaba que:
“Verás a los ministros que llevan pan y una copa de vino, y lo ponen sobre la mesa; y mientras no se han hecho las invocaciones y súplicas, no hay más que puro pan y bebida. Pero cuando se han acabado aquellas extraordinarias y maravillosas oraciones, entonces el pan se convierte en el Cuerpo y el cáliz en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo…”.
5. San Cirilo de Jerusalén (313 d.C. – 387 d.C.)
Fue obispo de Jerusalén y es considerado Doctor de la Iglesia. Entre sus numerosas catequesis hace una interesante referencia a la Eucaristía:
“Adoctrinados y llenos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que parece pan no es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el cuerpo de Cristo; y que lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la sangre de Cristo”.
Explicación: