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No tenía el gusto de conocer a la escritora nigeriana Chimamanda Adichie y en consecuencia debo admitir que no he leído ninguna de sus obras, por lo que no puedo ofrecer un juicio personal objetivo sobre las mismas. Pero no quiero enfocarme en sus libros cuanto en una plática-conferencia que ofreció hace tiempo y que me parece sumamente actual e interesante.
Se trata de una reflexión profunda sobre el peligro de identificar una historia como la “única historia” acerca de determinado tema, grupo humano o situación concreta. Eso conllevaría, según Chimamanda Adichie, al riesgo de caer en una incomprensión grave.
En las actuales circunstancias por las que atraviesa la Iglesia católica en general, y la Legión de Cristo en particular, me parece un video providencial que puede aportar mucha luz.
Debo decir que me llamaron especialmente la atención frases y oraciones lapidarias de una novelista joven como: “Es imposible hablar de la historia única sin hablar del poder. Hay una palabra del idioma Igbo, que recuerdo cada vez que pienso en las estructuras de poder en el mundo y es “nkali”. Es un sustantivo cuya traducción es “ser más grande que el otro”. Al igual que nuestros mundos políticos y económicos, las historias también se definen por el principio “nkali”: cómo se cuentan, quién las cuenta, cuándo se cuentan, cuántas historias son contadas, en verdad depender del poder. El poder es la capacidad no sólo de contar la historia del otro, sino de hacer que esa historia sea la historia definitiva. El poeta palestino Mourid Barghouti escribió que si se pretende despojar a un pueblo, la forma más simple es contar su historia y comenzar con un “y en segundo lugar”.
Y también esas otras partes donde dice: “…si insistimos sólo en lo negativo, sería simplificar” la experiencia “y omitir muchas otras historias”. Todavía más profunda y contundente, Chimamanda Adichie dice: “La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos sino que son incompletos. Hacen de una sola historia, la historia única (…) Las consecuencias de la historia única es ésta: roba la dignidad, dificulta el reconocimiento de nuestra igualdad humana, enfatiza nuestras diferencias, en vez de nuestras similitudes”.
Al fin, la novelista nigeriana habla de la necesidad de un “equilibrio de historias” y afirma: “las historias importan. Muchas historias importan. Las historias se han usado para despojar y calumniar, pero las historias también pueden dar poder y humanizar, también pueden reparar esa dignidad rota (…) Cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que nunca hay una sola historia, recuperaremos una suerte de paraíso”.
Desde luego que no podemos pensar en un relativismo donde cada uno tendría “su verdad”, como sinónimo de diversas historias. Al estar en el campo literario, más bien debemos entender esto como las diferentes perspectivas desde las que se puede apreciar un evento. Y ciertamente en esas perspectivas, sobre todo las de corte periodístico, deben estar impregnadas de verdad y no de calumnia. Vale la pena ver todo el video.
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