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Desde que comenzó a hablarse de una nueva reforma tributaria, hace dos años, el énfasis se puso en que debía ser estructural. Es decir, que cambiara aspectos del régimen tributario actual, redistribuyera mejor las cargas impositivas, simplificara los impuestos y los procesos, elevara la tributación como porcentaje del PIB y ampliara la base de contribuyentes.
Ante la gravedad de la situación fiscal y el tema de la paz en el camino, algunos pensaban que el gobierno no se la jugaría con una reforma integral y más bien se limitaría a sacar una propuesta para resolver, vía mayores recaudos, la caída en los ingresos petroleros. Pero el proyecto radicado la semana pasada, además de cumplir el principio de buscar mayores recursos, también es integral, y así lo reconocen varios expertos en la materia.