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Durante el período renacentista se vivió un clima global parecido al de hoy en día. Oriente y Occidente mantenían intensas relaciones comerciales, así como intercambios culturales que describían el quehacer cotidiano de las personas, junto con la retro alimentación de ideas y encuentros, algunas veces con perplejidad, guerras y contención y muchas otras con fascinación y deleite.
Un primer ejemplo de lo anterior, se encuentra en el episodio donde la entonces Reina de Inglaterra, Isabel I, estableció una alianza con el Imperio Otomano en 1578 para estimular el comercio y buscar apoyo militar en contra de la España católica. Esta alianza tuvo una influencia directa en la dramaturgia y la literatura inglesa del momento (Greenblat: 1980), la cuál quedó plasmada en obras de autores reconocidos como Christopher Marlowe y William Shakespeare,[1] mismas que sirvieron como fuente de inspiración a los trabajos individualistas de científicos y pensadores como Copérnico y Galileo.
Más sorprendente aún, es la influencia que Oriente dejó, con base en los conocimientos de matemáticos musulmanes del siglo IX como Al Jawarismi[2], sobre la realidad financiera de la época. Fibonacci, un mercader toscano muy famoso, sustituyó la numeración europea (basada en caracteres romanos) por la numeración indo arábiga, cuyas ventajas facilitaron la manera de hacer transacciones financieras,[3] cálculos de beneficios y pérdidas en las operaciones comerciales, y no menos importante, la incorporación de los signos de suma, sustracción y división que hasta mediados del siglo XV, eran desconocidos en Europa (Hattstein: 2003.
El beneficio de las matemáticas hizo disminuir la complejidad para hacer planos y mapas, así los grandes viajeros pudieron realizar grandes expediciones planeadas para corroborar la tesis de que la tierra era redonda. El primer globo terráqueo,[4] el cual excluía América, elaborado por el alemán Martín Berhaim, fue una muestra del interés europeo por Oriente, pues en esa obra se supo captar el deseo europeo por llegar a las Indias Orientales[5]y no al continente americano, donde los españoles finalmente llegaron.
Las Indias eran el destino por excelencia de muchos mercaderes europeos debido a su interés por la enorme cantidad de especias y mercancías exóticas allá encontradas. Sobresalían la pimienta negra, nuez, canela, opio, jengibre, almendras, tulipanes, algodón, seda, terciopelo, porcelana y otros textiles encontrados a lo largo del camino que recorría bazares de ciudades como El Cairo, Alepo, Damasco, Acre y Tabriz. La mayor parte de esas especias aparecieron en los libros de cocina europeos del siglo XV, tal como lo hicieron los nuevos pigmentos en azul ultramarino, bermellón y cinabrio, en las obras de famosos pintores renacentistas como Alberto Durero, Botticelli y los hermanos Bellini.
Otro motivo de admiración por Oriente, a parte de los pigmentos, los aromas de sándalo, la madera, los azulejos y las piedras preciosas, era el oro. Este metal, era traído del corazón de las minas de Sudán, a través de complejas rutas comerciales de ciudades de África del Norte. El paso por África, descubre un episodio negro del Renacimiento debido a la presunta explotación de esclavos para la transportación del preciado metal. De acuerdo con Brotton (2003), resulta ocioso señalar hasta qué punto las economías que financiaban los grandes logros culturales del Renacimiento, se beneficiaron del comercio y explotación de esclavos.
Todos los aspectos anteriores, pueden comprobarse en el análisis de la obra más representativa del Renacimiento europeo, esto es, “Los Embajadores” de Hans Holbein. Esta famosa pintura de 1533, ofrece una reproducción detallada y precisa del mundo habitado por dos hombres renacentistas, un embajador y un obispo, representantes de lo moderno, lo civilizado y del poder europeo. Sin embargo, una observación más detallada de la misma, permite descubrir una serie de objetos que rodea a los personajes principales. Entre estos elementos, se encuentran tapetes y cortinas con diseños orientales, un libro de Aritmética para comerciantes, un globo terráqueo, una colección de relojes de sol, un instrumento para conocer la posición de los barcos en altamar, es decir, objetos mayoritariamente creados por astrónomos y pensadores árabes que, junto con libros impresos de temas humanistas,[6]incluidos la Geometría, la Música y la Astronomía, resaltan la importancia que tuvo la imprenta en aquel momento, y a su vez, revelan las distintas facetas del Renacimiento como algo no solamente europeo.
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