Cómo estaba estructurado el imperio Español en América antes de la revolución de Mayo de 1810
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Las guerras de independencia hispanoamericanas o guerras civiles hispanoamericanas de secesión fueron una serie de conflictos armados que se desarrollaron en las posesiones americanas del Imperio español a principios del siglo XIX, entre 1810 y 1829, en los cuales se enfrentaron el bando a favor de las independencias que se autodenominó patriota o revolucionario, contra el bando a favor de la integridad de la Monarquía española, que se conocería más tarde como realista o virreinal. Según la postura historiográfica, estos procesos pueden ser vistos como guerras de independencia, guerras civiles o bien, una combinación de diversas formas de guerras.6
Explicación:
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l matrimonio de los Reyes Católicos (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón) produjo la unión dinástica de las dos Coronas cuando, tras derrotar a los partidarios de Juana «la Beltraneja» en la guerra de Sucesión castellana, Isabel ascendió al trono. Sin embargo, cada reino mantuvo su propia administración bajo la misma monarquía. La formación de un estado unificado solo se materializó tras siglos de unión bajo los mismos gobernantes.n. 4 Los nuevos reyes introdujeron el estado moderno absolutista en sus dominios, que pronto buscaron ampliar.
Castilla había intervenido en el Atlántico, en lo que fue el comienzo de su imperio extrapeninsular, compitiendo con Portugal por el control del mismo desde finales del siglo xiv d. C., momento en el cual fueron enviadas varias expediciones andaluzas y vizcaínas a las islas Canarias. La conquista efectiva de dicho archipiélago había comenzado durante el reinado de Enrique III de Castilla, cuando en 1402 Jean de Béthencourt solicitó permiso para tal empresa al rey castellano a cambio de vasallaje; mientras, a lo largo del siglo xv d. C., exploradores portugueses como Gonçalo Velho Cabral colonizarían las Azores, Cabo Verde y Madeira. El Tratado de Alcáçovas de 1479, que supuso la paz en la guerra de Sucesión castellana, separó las zonas de influencia de cada país en África y el Atlántico, concediendo a Castilla la soberanía sobre las islas Canarias y a Portugal las islas que ya poseía, la Guinea y, en general, «todo lo que es hallado e se hallare, conquistase o descubriere en los dichos términos». La conquista del Reino de Fez quedaba también exclusivamente para el reino de Portugal. El tratado fue confirmado por el papa en 1481, mediante la bula Aeterni regis. Mientras tanto los Reyes Católicos iniciaban la última fase de la conquista de Canarias, asumiendo por su cuenta dicha empresa ante la imposibilidad por parte de los señores feudales de someter a todos los indígenas insulares en una serie de largas y duras campañas. Los ejércitos castellanos se apoderaron de Gran Canaria (1478-1483), La Palma (1492-1493) y finalmente de Tenerife (1494-1496).