Respuestas
El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse.
Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y
ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a
nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas. El arte de la
fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del
mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con
sus colores violentos, agrios y puros y sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos
y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en
plazas y mercados.