Nesecito ayuda con estas preguntas de DEBAJO DE LAS ESTRELLAS cuento de Hernando Téllez
¿Por qué podría decirse que en el cuento Debajo de las estrellas, Téllez hace una comparación entre la muerte y la pasión humana?
¿Qué visión se tiene de la muerte en el cuento?
¿Quién narra la historia?
¿Qué características tiene Doña Paula?
¿Qué tipo de violencia encuentras en este relato?
Respuestas
un impulso de cuna, el impulso del sueño, el impulso del mar en ese día de verano. Olas que se van y regresan, que no acaban de irse, que no acaban de volver. Como el sueño. Como el vaivén de las cunas. Perdón, esto no debe interesarle a ustedes. Pero el mar es una cosa fascinadora. Yo estaba sobre su corriente, iba también, como el niño dormido, mecido por ella. Uno, dos; uno, dos; uno, dos. La ola va, la ola viene. La ola va, la ola viene. En el columpio de ese ritmo, el sueño se balanceaba. Los resortes del coche sonaban pausadamente. Como las olas. Como el mar. Mis manos seguían acunando, meciendo. La palpitación del barco repercutía en mis sienes, en mi pecho. Un día perfecto bajo un terrible sol. Recuerdo la alegría de esos instantes y la sensación de pegajosa humedad, bajo mi camiseta de colores. Todos en el barco debían estar durmiendo la siesta. Y mamá, desde luego. Por eso me había dejado de guardia, de guardia marino, vigilando el sueño de mi hermano. “Eres un niño mayor y juicioso”. Sí. Yo era un niño mayor y juicioso, un marinero que montaba guardia en el país de los sueños. Me sentía grande, importante y un poco dueño de todo: del barco, del sol, del mar, de las olas, de mi pequeño hermano, náufrago entre espumas de lino y de encajes. Las manecitas, de uñas casi azules, resaltaban gordezuelas y sonrosadas, en ese pequeño y frágil mar blando de los linos y de los encajes.
De pronto, estalló en sollozos. Fue algo súbito, sin transición, sin preparativos. Un llanto total y absoluto, rabioso e irremediable. Era como si en el sueño, lo hubieran herido, lo hubieran crucificado, le hubieran mostrado el rostro de la muerte. Yo, entonces, no pensé en estas cosas, que sólo se le ocurren a las gentes mayores y que a mí han venido a fuerza de recordar todo aquello. ¿Han oído ustedes llorar a un niño? Es algo que conturba y enerva más, mucho más que el llanto razonable de los hombres. Ese llanto parece que no va a concluir jamás. Como el llanto del agua en el hontanar de las rocas, el del niño da una sensación de angustioso remordimiento frente a la vida. El llanto de un niño brota como un surtidor de dolor, reclamando no sabemos qué piedad, qué amor, qué voluptuosidad o que misericordia.