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Respuesta:Desde Lincoln
Cae el sol en la esquina de Ramos Mejía y Drago, en la ciudad bonaerense de Lincoln. Afuera hay una invasión de mosquitos enormes pero la gente del lugar pareciera no notarlo. Hace bien. En tres horas va a suceder algo mucho más trascendental en la vida de esas mujeres que se visten, se maquillan y repasan movimientos dentro de ese galpón enorme que sirve de trinchera teatral: van a salir a competir como la primera compañía íntegramente femenina en la categoría cartapesta en el carnaval de la ciudad. Solo la lluvia que asoma podría detener el impulso de esa fuerza y amenazar de muerte a las marionetas gigantescas hechas con moldes de barro, engrudo y papel. Por eso son las ocho y las artesanas todavía no saben si desfilan. Por eso hay ansiedad y excitación en el galpón.
Pero no llueve sino hasta el lunes y entonces en la noche del domingo las “Amalas” (Agrupación de Mujeres Artesanas Linqueñas) se terminan de vestir y hacen su pasada por la fiesta a cielo abierto más grande del territorio provincial. Avanzan por la calle apasarelada con la insolencia de quien se sabe parte de la historia, aunque en rigor sea la historia la que no tiene vergüenza: es la primera vez en más de un siglo de desfile y corso que las mujeres ocupan el rol de artesanas (al menos de forma oficial, no en las sombras) y ya no solo de bailarinas de comparsa, armadoras de trajes o postulantes a “reina” del lugar. Puede parecer un cambio sutil pero hoy, ahora, en esta postal del partido de Lincoln, se siente como algo radical.
Algo está pasando sin dudas, porque este es también el año en el que el gobierno local disolvió la elección de reina y la mutó hacia la de “Embajadora cultural”. Pero eso, que iba a ser el plato fuerte de la política de género local, pronto se camufla entre los disfraces coloridos del desfile y resulta que en verdad todas las chicas siguen siendo hermosas de un modo hegemónico y que saludan en carrozas como si fueran reinas de verdad. Y es cierto que ahora no les enseñan sólo a pararse y que también reciben lecciones de “coaching ontológico” y actitudinal, pero ese cambio no parece envestir nada que sacuda los límites de la tan bienacostumbrada moral. Para decirlo de otro modo: está buena la idea pero no pareciera ser un auténtico cambio conceptual.
Explicación: espero que te ayude